domingo, 22 de mayo de 2016

Buenas Obras, una Gracia de Dios (8)

Sobre la libertad de nuestra voluntad y la soberanía de Dios se ha discutido mucho en la historia... no quise profundizar mucho en la reflexión anterior ni entré a darle vueltas a la idea de ser escogidos ni de cómo tiene efecto el poder de la Palabra, cuando son tantos los que la escuchan sin ser convertidos. Podemos seguir discutiendo por siglos al respecto, así como de la naturaleza del mal y de cómo podría Dios utilizar el mal y de cómo permitió su origen... podríamos caracterizar a Dios y definir qué puede hacer y cómo, así como caracterizar la naturaleza de la muerte y la resurrección luego de ella, o de los tiempos y señales antes del fin de nuestros reinos corruptos.

A los cristianos nos ha encantado invertir tiempo y discusiones en todas esas cosas, pero...  ¿acaso han ayudado a que más gocemos del amor de Dios y ha dado pan al hambriento? Al contrario, han traído disputas y divisiones y han ocupado la atención de la Iglesia, haciendo pasar desapercibidos los lamentos de los necesitados.

La Biblia habla de todas estas cosas, pero una de las cosas que más me apasiona es que los diferentes autores bíblicos las tratan de forma distinta. Al parecer tenían distintas posturas e ideas al respecto, y aún así consideramos todos sus libros como revelación de Dios.

Sin embargo, el mensaje apunta siempre a lo mismo: volverse al Señor y gozarse haciendo su voluntad, su amor, su paz y su justicia. Convertirnos en seguidores de aquél salvador que llama a amarnos como él nos amó, y a que seamos uno como él y el Padre son uno, y que así todos conozcan que es él el camino de Dios a nosotros y que de él depende que haya libertad y justicia en nuestra tierra. Que en él está la esperanza.

La fe cristiana no trata tanto de conocimiento intelectual o sabiduría ni de una supuesta realidad no material, sino de las relaciones de amor entre las criaturas de un Señor comprometido con su creación, a la que vino como uno de nosotros y a la que volverá a reinar justa y plenamente.

Este mensaje debe llegar a distintos contextos con distintas filosofías y concepciones espirituales. Las filosofías, ideas y espiritualidades son transformadas por el conocimiento del Señor, pero de todas formas se acomodan para dar esperanza y hacer justicia en el contexto particular en el que se encuentran. No se trata de llegar a los distintos contextos a implantar nuestras ideas y teorías, sino de que Dios y su mesías sean conocidos en las distintas realidades. Todo esto nos habla de uno de los misterios más sublimes de la fe bíblica: la encarnación.

Así como Dios se encarnó en nuestro mundo, la Iglesia está enviada a encarnar a Dios en los distintos contextos y ser ahí señales del reino de Dios, lleno de obras de amor, paz y justicia.

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