lunes, 5 de marzo de 2012

Iglesia y compromiso político-social

Para mi el compromiso social de la Iglesia es esencial. Etimológicamente se puede definir Iglesia como "pueblo de Dios" o "asamblea", definición que me gusta mucho pues pone énfasis en lo que yo considero primordial: la comunión de los creyentes. Partiendo de eso es indiscutible que la esencia de la Iglesia es social y esta gran comunidad tiene también un compromiso con todo el mundo, pues Cristo nos pone por fundamento el amar al prójimo como a uno mismo, lo que significa también atender las necesidades del otro como si fueran propias.

La política, más allá del significado coloquial que le damos, hace referencia a la influencia que ejercemos en otros, a nuestras estructuras de organización social y al ejercicio del poder. Toda acción que hagamos tiene, aunque sea inconsciente y sutilmente, una dimensión política. Por ejemplo, el solo hecho de decirle a alguien como te sientes genera una influencia en él, cómo lo digas reflejará el tipo de relación que tienen y concluirá en un acción del receptor. Es inevitable. Si no dices nada también. Entonces, como cristianos estamos llamados a ser responsables en todo nuestro actuar, no solo por beneficio individual, sino por que influimos en el resto. Dentro de esta lógica, ¿cómo reaccionar frente a la injusticia y a las necesidades de la gente? Inevitablemente llegamos a la participación ciudadana y a lo netamente político. ¿Es esto malo e incompatible con la religión? No lo creo, la Biblia está llena de política. Basta con leer en Lucas 1:46-55 el famoso Magnificat de la Virgen María: "Quitó de los tronos a los poderosos, y exaltó a los humildes. A los hambrientos colmó de bienes, y a los ricos envió vacíos". Similar es la historia del pueblo de Israel, las fuertes denuncias de los profetas y de Jesucristo, la misma crucifixión, el compromiso de los primeros cristianos y cuántos pasajes más en toda la Sagrada Escritura. En este sentido encuentro primordial la vocación diacónica (servicio social) y la vocación profética (denuncia social) que se hace como Iglesia. Si leen Cristianismo vs Economía pueden ver que también me veo llamado como cristiano a interceder en el sistema económico.

¿Que hacemos con la idea de que no hay que mezclar religión y política? Aunque suene paradójico, concuerdo en cierta medida con esta idea. Concuerdo en los casos en que se utiliza a la estructura eclesial para promover o imponer posturas partidistas. Una cosa es la política sana en términos de compromiso social y otra cosa es la política partidista, en la que se apoya ciegamente a un bloque en desmedro de otro y se excluye al que tiene otra postura. Me parece completamente contrario al concepto de un pueblo de Dios unido a pesar de las diferencias. La Iglesia como estructura está ahí principalmente para ayudar al crecimiento espiritual de la membresía y representarla ante otras estructuras religiosas, sociales y cívicas. Y reitero: lo principal es la comunión entre los creyentes, la edificación mutua. Hay que ser sensible con la realidad de que entre los creyentes hay diversas posturas políticas y distintos contextos sociales-históricos. ¿Sirve realmente que los representantes de la Iglesia publiquen su postura ante un tema político? Por ejemplo acerca del movimiento estudiantil, de las acciones de un gobierno u otro, de las causas mapuches, de legislaciones o asuntos similares. Sí creo que como cristianos es importante tratar esos temas. Se pueden hacer diálogos abiertos al respecto, se podría también encuestar a los feligreses y publicar estadísticamente las opiniones dentro de la Iglesia. Y si queremos comprometernos de forma más impactante como cristianos, ¿no podemos formar partidos políticos cristianos, fundaciones, think tanks o algún otro cuerpo más autónomo que la misma Iglesia?

No sé si mi propuesta es factible, pero lo menciono porque el partidismo se ha infiltrado muchas veces causando divisiones. He visto como se usa el nombre de la Iglesia para ennegrecer bloques políticos y he participado de actividades de la Iglesia en que se apoya a políticos conflictivos o se usa lenguaje marxista. Esto lo considero una falsa inclusividad, pues no considera la opinión o sensibilidad del hermano o hermana que justificadamente puede tener otra percepción. ¿Donde está el límite entre política responsable y política partidista? Una inquietud que me alegra dejarles. Que el Señor nos guíe en esto y nos transforme en bendición para muchos.

Amén.

viernes, 2 de marzo de 2012

Solo Biblia??

Los reformadores del siglo XVI concordaban todos en los 4 solos de Lutero: Solo Gracia, Solo fe, Solo Biblia y Solo Cristo. Clickeando en Con Respecto al "Día de la Iglesia Evangélica" podrán encontrar una descripción más detallada de estos cuatro conceptos que hasta el día de hoy siguen vigentes como la base que caracteriza a las teologías evangélicas-protestantes. En este espacio me referiré a la tercera, que pone a la Biblia como la única norma de fe y de vida y como única revelación o autoridad divina.

Como miembro de la iglesia luterana se me enseñó esta doctrina y la valoré mucho como medio de confianza en las Sagradas Escrituras, que evitaba la idolatría de los líderes y estructuras religiosas y que daba pie al Sacerdocio Universal y a la Libertad de Conciencia, conceptos que son fundamentales en mi forma de vivir la fe. Fue realmente necesario darle importancia hace 500 años atrás, cuando solo el Papa y unos pocos pelagatos tenían conocimiento de ella dejando al mundo en ignorancia. Era una época de gran dominio autoritario en que se consideraba lo pronunciado por el Papa como infalible e incuestionable revelación divina. Aún hoy hay que seguir promoviendo la lectura bíblica y todavía son muchos los que idolatran a la jerarquía eclesial. A pesar de lo anterior, no puedo dejar de ver con desagrado las nefastas consecuencias de este "Solo Biblia", que llega a ser una doctrina que aumenta la intolerante clausura de mente y desprecia el valor de la historia, la tradición, las autoridades religiosas, las experiencias de otros, la propia experiencia y revelaciones de hoy. Hemos visto como el completo desprecio a la tradición y el énfasis en la interpretación personal ha concluido en constante división. Cada cual que se crea iluminado y lee la Biblia termina creando su propia religión dejando de considerar el andar de otros cristianos hoy y en la historia, cayendo nuevamente en feos errores del pasado. También hay que considerar que los autores de lo que hoy llamamos Biblia nunca pensaron que estarían escribiendo el fundamento de una religión universal. El Antiguo Testamento fue escrito por políticos y profetas dirigidos a su propio pueblo y el Nuevo Testamento es una recolección tardía de cartas y testimonios que se enviaban los primeros creyentes, los cuales no veían la necesidad de registrar su fe por escrito. Tenemos mayor registro de San Pablo, pues éste procedía de un nivel socioeconómico y culural alto y dirigía misiones repartidas en una mayor zona geográfica. Pero tenemos muy poco registro de San Pedro, el apóstol más importante. Son muchas las cosas propias del cristianismo que no quedaron en el papel, y al mismo tiempo hay cosas importantes que fueron escritas posteriormente por personajes de nuestra historia o que se mantienen simplemente en la tradición. La Biblia por sí misma puede llegar a ser muy confusa y si bien la considero la mayor autoridad en la fe, concuerdo en que quien solo conoce la Biblia no la conoce realmente.

Dentro del mundo evangélico-protestante es el cuadrilátero wesleyano un gran avance, pues reconoce cuatro fundamentos de la teología y la fe: las Sagradas Escrituras, la razón, la experiencia religiosa y la tradición cristiana. Yo no comparto que la Biblia sea la ÚNICA fuente de fe y de revelación divina. A pesar de lo anterior vemos como grandes grupos predican un fundamentalista énfasis bíblico que aumenta le ceguera y disminuye el diálogo. ¿Cómo soportar esto teniendo la certeza de que el Evangelio nos llama a la comunión y a la unidad? ¿De qué sirve seguir enseñando una doctrina que nos ha llevado a la división? Estoy harto de que se dé mayor importancia a poseer la verdad que a vivirla.