lunes, 27 de septiembre de 2010

Opiniones diversas

7 Porque ninguno de nosotros vive para sí, y ninguno muere para sí.
8 Que si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así que, ó que vivamos, ó que muramos, del Señor somos.
9 Porque Cristo para esto murió, y resucitó, y volvió á vivir, para ser Señor así de los muertos como de los que viven.
10 Mas tú ¿por qué juzgas á tu hermano? ó tú también, ¿por qué menosprecias á tu hermano? porque todos hemos de estar ante el tribunal de Cristo.
11 Porque escrito está: Vivo yo, dice el Señor, que á mí se doblará toda rodilla, Y toda lengua confesará á Dios.
12 De manera que, cada uno de nosotros dará á Dios razón de sí.
13 Así que, no juzguemos más los unos de los otros: antes bien juzgad de no poner tropiezo ó escándalo al hermano.
14 Yo sé, y confío en el Señor Jesús, que de suyo nada hay inmundo: mas á aquel que piensa alguna cosa ser inmunda, para él es inmunda.
15 Empero si por causa de la comida tu hermano es contristado, ya no andas conforme á la caridad. No arruines con tu comida á aquél por el cual Cristo murió.
16 No sea pues blasfemado vuestro bien:
17 Que el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia y paz y gozo por el Espíritu Santo.
18 Porque el que en esto sirve á Cristo, agrada á Dios, y es acepto á los hombres.
19 Así que, sigamos lo que hace á la paz, y á la edificación de los unos á los otros.

Romanos 14,7-19 Reina Valera 1909

Ayer tuve el placer de participar de una rica convesación junto a un amigo y sus tíos. Intercambiamos opiniones y anécdotas acerca de los conflictos que se generan en torno a la inclusión/exlusión de distinas orientaciones sexuales y a la abstención de ciertas comidas y bebidas.

Hay veces que las personas, sin tener claridad en el tema, tomamos una postura no por convicción, sino por miedo a que nos juzguen. Miedo a ser 'malos' o rechazados ante los ojos de los demás. Por favor... ¡No nos odiemos por estupideces!!! ¡Lo único que debemos hacer es amarnos! Si no crees que el alcohol o la carne te hacen mal ni ofenden a Dios, no finjas que lo crees solo para agradar a tus pares. Es a Dios a quien tienes que rendirle cuentas. Y tú que te abstienes, no odies, calumnies ni juzgues a quienes no comparten tu postura. San Pablo ejemplifica a los romanos sobre esto respecto a la comida, bebida y días de ayuno, pero se aplica a todos los conflictos. Si crees que otras tendencias sexuales son dañinas, abstente de ellas, pero no mandes al infierno a quienes sí las ejercen. Tu odio no solo te envenena, sino que daña a tus hermanos. ¿Quieres que por tu culpa otros maldigan al Señor? Espero que la respuesta sea NO. Tampoco odies a quienes no apoyan tus opiniones o no les parece tu forma de vivir. Si te dicen que cambies, tal vez sea por que se preocupan por ti o temen que suceda algo indeseable.


Todos somos hermanos, llamados a ser hijos de Dios. Seamos pacientes y esperemos que Él actúe en nosotros y en quienes nos rodean. Con la violencia y el miedo retrocedemos.

¡Escuchémonos y crezcamos juntos!

jueves, 16 de septiembre de 2010

Predicar

1 Del maestro de coro. De David. Salmo.

2 Esperé confiadamente en el Señor: él se inclinó hacia mí y escuchó mi clamor.
3 Me sacó de la fosa infernal, del barro cenagoso; afianzó mis pies sobre la roca y afirmó mis pasos.
4 Puso en mi boca un canto nuevo, un himno a nuestro Dios. Muchos, al ver esto, temerán y confiarán en el Señor.
5 ¡Feliz el que pone en el Señor toda su confianza, y no se vuelve hacia los rebeldes que se extravían tras la mentira!
6 ¡Cuántas maravillas has realizado, Señor, Dios mío! Por tus designios en favor nuestro, nadie se te puede comparar. Quisiera anunciarlos y proclamarlos, pero son innumerables.

7 Tú no quisiste víctima ni oblación; pero me diste un oído atento; no pediste holocaustos ni sacrificios,
8 entonces dije: “Aquí estoy.
9 En el libro de la Ley está escrito lo que tengo que hacer: yo amo, Dios mío, tu voluntad, y tu ley está en mi corazón”.
10 Proclamé gozosamente tu justicia en la gran asamblea; no, no mantuve cerrados mis labios, tú lo sabes, Señor.
11 No escondí tu justicia dentro de mí, proclamé tu fidelidad y tu salvación, y no oculté a la gran asamblea tu amor y tu fidelidad.

12 Y tú, Señor, no te niegues a tener compasión de mí; que tu amor y tu fidelidad me protejan sin cesar.
13 Porque estoy rodeado de tantos males, que es imposible contarlos. Las culpas me tienen atrapado y ya no alcanzo a ver: son más que los cabellos de mi cabeza, y me faltan las fuerzas.
14 Líbrame, Señor, por favor; Señor, ven pronto a socorrerme.
15 Que se avergüencen y sean humillados los que quieren acabar con mi vida. Que retrocedan confundidos los que desean mi ruina;
16 queden pasmados de vergüenza los que se ríen de mí.
17 Que se alegren y se regocijen en ti todos los que te buscan, y digan siempre los que desean tu victoria: “¡Qué grande es el Señor!”.
18 Yo soy pobre y miserable, pero el Señor piensa en mí; tú eres mi ayuda y mi libertador, ¡no tardes, Dios mío!


SALMO 40 (39) http://www.sobicain.org/introduccionesArg.asp




Dios es lo máximo. El poner fe y eperanzas en Él conlleva un cambio radical en nuestras vidas. Nuestro corazón se abre a su ternura y nuestros sentidos empiezan a percibir sus mútiples maravillas, tanto las cotidianas como las extraordinarias. Una vida centrada en El Señor es nutrida y llamada a compartir con el otro, el vecino, el compañero, el extranjero, el amigo, el enemigo, el hermano, el prójimo. Así como por pura buena onda nos ha dado todo su amor, su Espíritu no llama a amar por gracia también. ¡Todos deberían vivir esto! Espero que Él mismo me ayude a predicarle, a mostrarle a todos lo maravilloso que es.

Tenía que juntarme hoy en la plaza de armas, pero por complicaciones la reunión no pudo ser y estaba junto a la pileta sin nada que hacer. Entonces me puse a escuchar. Un joven hablaba a partir de un texto: San Mateo 7:21. "No todos los que me dicen: 'Señor, Señor', entrarán en el reino de los cielos, sino solamente los que hacen la voluntad de mi Padre celestial". Fue realmente hermoso escuchar que la Gracia e interceción de Cristo nos salva, que la fe se expresa en una verdadera transformación personal, que Dios escribirá su ley en nuestros corazones y no seremos solo oidores, sino hacedores de su voluntad. Fue renovador escuchar de parte del predicador los gozos y tormentos por los que pasa un cristiano. El joven se llamaba Eduardo. Conversamos un poco y me invitó a un culto. Teníamos varias opiniones distintas (probablemente algunas mortales), pero ambos sentíamos al Señor en nuestras vidas.

Me da pena saber que muchos con los que comparto mi fe se avergüenzan de estas prácticas. Se burlan de quienes con energías anuncian a Dios de forma pública. Muchos ni se atreven a hablar frente a su congregación.

Espero que nunca sea muy tarde para que la gente se atreva a abrirles las puertas a nuestro Padre celestial, dejar que Él obre en nosotros, que nos invite a escuchar y predicar.