lunes, 24 de octubre de 2016

Luteranos y pentecostales en diálogo


Es realmente un privilegio para mi poder escribir, como luterano, unas cuantas palabras en Pensamiento Pentecostal sobre la relación entre el luteranismo y el pentecostalismo, especialmente ahora que este 31 de octubre celebraremos 499 años de historia luterana. El tema ya se ha tratado aquí con anterioridad, en la publicación Más Allá de Augsburgo.
Mi principal aporte en la Iglesia Evangélica Luterana en Concepción se circunscribe en el trabajo ecuménico o interdenominacional, dentro del cual he podido compartir mucho con pentecostales y carismáticos. No solo como hermanos, sino que también como grandes aliados.
Lamentablemente, en Chile y el mundo suele prevalecer una gran muralla de prejuicios de un lado contra el otro. Los luteranos, al igual que otras iglesias clásicas o históricas, han visto a pentecostales simplemente como personas erradas teológicamente, psicológicamente desequilibradas, sociológicamente inconsecuentes, eclesiológicamente radicales, fanáticos y hasta demoniacos. Por otro lado, pentecostales han descrito a los cristianos históricos, incluyendo a los luteranos, como fríos; hipócritas que viven una piedad exterior, negando su eficacia y poder; letrados sin espíritu; gente viviendo en la apostasía.
Estos prejuicios no nacen de la nada, hay de todo, pero no son representativos ni de un lado ni del otro. De todas formas, debemos considerar que dentro del paraguas “luterano” y del paraguas “pentecostal” hay una tremenda diversidad. Eso es algo que tenemos en común, lo que también tiene relación a la apertura que tenemos hacia otras denominaciones.
Por mi parte, que me identifico en gran medida con el luteranismo pietista, veo en el pentecostalismo la realización y masificación de nuestros postulados: gloria solo a Dios, dependencia total e integral para con Dios, énfasis en la relación personal y comunitaria con Dios, radicalización del sacerdocio de todos los creyentes, fideísmo, cristocentrismo, énfasis en la vida piadosa y comunitaria, énfasis en la misión y el compromiso diacónico-social, disciplina piadosa en la lectura bíblica y en la oración. Cosas que se atribuyen a su herencia metodista y wesleyana, pero no hemos de olvidar que Jacob Spenner (quien es reconocido como el fundador del pietismo) inició tal movimiento dentro de la iglesia luterana, antes de que llegara a la anglicana y se formara el metodismo de John Wesley.
Así mismo, he podido ver la positiva influencia del pentecostalismo en nuestras comunidades. Aquellas que tienen personas de trasfondo pentecostal suelen presentar un mayor compromiso piadoso y comunitario. En Perú también tuve la suerte de asistir a una comunidad luterana de trasfondo indígena que incluye muchos aspectos pentecostales o carismáticos en su liturgia, incluyendo danzas y gritos de júbilo. He leído también del gran impacto que la renovación carismática ha tenido en el luteranismo en África, viéndose reflejado en un crecimiento tanto espiritual como numérico.
Siempre he postulado que la comunión interdenominacional no debe ir en desmedro de nuestra búsqueda de la verdad y de las críticas que tengamos que decir, sino que hemos de aprender de los dones y exhortaciones del otro. Mi gran crítica al pentecostalismo es que en él han penetrado con mucha fuerza:
  • La teología dispensacionalista, que insiste en la idea de dos pueblos de Dios distintos, desde un concepto nacionalista y racista de pueblo, y que suele ir asociado a males como el escapismo, el imperialismo, el sionismo, entre otros;
  • La teología fundamentalista, que ha llevado a muchos a dejar el fideísmo de lado en pro de un racionalismo literalista;
  • La teología del dominio, según la cual han de ser “cabeza y no cola” en este mundo y gobernarlo, apoyando generalmente el nacionalismo estadounidense;
  • La teología de la prosperidad, que promueve el deseo de éxito y riqueza material, visto como una respuesta divina a nuestra fidelidad en diezmos y ofrendas, y a nuestra obediencia para con los pastores y ministros.
En general, mi problema está en que estas corrientes teológicas, especialmente cuando van juntas, apuntan a la gloria del hombre, desencadenan en luchas de poder y en la justificación de la injusticia. Considero, en mi postura teológica personal, que todas ellas se oponen, directa o indirectamente, a la doctrina central de la justificación por la sola gracia de Dios y se oponen de todas formas a la teología de la cruz de Martín Lutero. La Federación Luterana Mundial ha fortalecido, a raíz del quinto centenario, su oposición a la teología de la prosperidad, de la cual se ha abusado hasta llegar a vender la salvación, así como se hizo con las indulgencias en el medioevo.
Insisto en que estas corrientes a las que me opongo no son necesariamente parte del pentecostalismo ni reflejan su espíritu original. Se oponen a muchas cosas que valoro del pentecostalismo original. Tampoco juzgo a los hermanos que se adhieren ellas, considerándolos de todas formas como hermanos y aliados en Cristo.
También quiero destacar el documento hecho por la comisión luterano-pentecostal, luego de 6 años de diálogo: Lutherans and Pentecostals in Dialogue. Lamentablemente está solo en inglés, pero es muy bueno. Los objetivos de este diálogo son los siguientes:
  1. Pensar y hablar apropiadamente sobre el otro, sin caer en falso testimonio contra el otro;
  2. Enriquecerse mutuamente por la tradición del otro;
  3. Proveer de oportunidades de mutua corrección;
  4. Facilitar la cooperación en el ministerio, la misión y servicio social;
  5. Resolver y prevenir conflictos entre las iglesias.
Este diálogo formal se hizo entre la Federación Luterana Mundial y pentecostales clásicos trinitarios, como los representados por la Pentecostal World Fellowship, la Pentecostal European Conference y la World Assemblies of God Fellowship. Ya se formó otra comisión luterano-pentecostal, para seguir en otro proceso de 5 años de diálogo. Estos diálogos se han centrado en la pregunta “¿cómo nos encontramos con Cristo?”.
A partir de ese documento es que pongo acá un acotado paralelismo entre ambas tradiciones, resumido y con algunos comentarios propios.
¿Cómo nos encontramos con Cristo?
  • Énfasis doctrinal. Luteranos enfatizan en el evangelio puro de Cristo y los pentecostales en el evangelio completo de Cristo. El primero enfatiza en la doctrina de la justificación por la sola gracia de Dios, mediante la fe en Jesucristo solamente, según la sola autoridad de la Biblia. La segunda presenta a Jesucristo con una labor cuádruple (o quíntuple) como justificador, santificador y bautizador en el Espíritu, sanador, y rey que viene pronto.
  • Diferencias culturales. Luteranos ponen énfasis en que el encuentro genuino con Dios se da en su Palabra y en los sacramentos. Pentecostales siempre buscan a Dios más allá de su Palabra y sus sacramentos, pero esperan que aquellas experiencias sean contrapuestas a la revelación bíblica, rechazando lo que no concuerde con su Palabra. Las preocupaciones serían “no salirse del Evangelio puro” y “no perderse la totalidad del Evangelio” respectivamente.
  • Hermenéutica. Interpretación de las Escrituras. Ambas denominaciones presentan una gran diversidad de hermenéuticas. No es posible caricaturizar una hermenéutica como “literal” y la otra como “no-literal”. Pentecostales ven la narración bíblica como una historia y se sitúan en esa historia, que les sigue hablando en el día de hoy. Luteranos insisten que Cristo es la Palabra de Dios y enfatizan en que la proclamación de la Palabra desde las Escrituras hace presente a Cristo en la comunidad como Palabra viva de Dios. Para los luteranos es muy importante contar con pastores académicamente preparados para interpretar las Escritura desde su contexto y lenguas originales.
¿Cómo nos encontramos con Cristo en los Sacramentos/Ordenanzas?
  • Herencia. Luteranos hablan de “sacramentos”, mientras que pentecostales hablan de “ordenanzas”. Luteranos tienen una teología bastante contínua en cuanto a los sacramentos. Pentecostales tienen una herencia mixta, incluyendo o rechazando aspectos de la tradición metodista/wesleyana y de la tradición calvinista/reformada. La teología pentecostal sigue en desarrollo en cuanto a las ordenanzas.
  • Bautismo de agua. Todos los luteranos y pentecostales trinitarios bautizan “en nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”. Aunque la mayoría de los pentecostales bautizan por inmersión, también hay pentecostales que, como los luteranos, bautizan aplicando agua sobre el bautizado, incluyendo la aspersión y la efusión. La tradición luterana siempre ha promovido el bautismo de infantes. La mayoría pentecostal practica el bautismo creyente o confesante, aunque hay excepciones como la Iglesia Pentecostal de Chile, que también hace bautismo de infantes. El luteranismo enfatiza más en el bautismo como la adopción en la familia de Dios. El pentecostalismo enfatiza más en el bautismo como un acto de obediencia al mandato bíblico y como un compromiso público de seguir a Jesucristo.
  • Presencia de Cristo en la Cena del Señor. Tanto luteranos como pentecostales afirman que es obra del Espíritu Santo el hacer presente a Cristo en la Santa Cena, así como poner la fe en el creyente para que reciba a Cristo ahí. Luteranos creen en la presencia real de Cristo como carne y sangre en, con y bajo el pan y el vino (consubstanciación). Los pentecostales enfatizan consistentemente en la presencial real de Cristo en la adoración en general, por lo que también esperan que esté realmente presente en la Santa Cena. Muchos pentecostales se adhieren a la propuesta simbólica de Zwinglio, pero la experiencia práctica y piedad pentecostal muestran que efectivamente creen en una presencia real más allá de algo estrictamente simbólico o conmemorativo. En este tema hay mucha diversidad dentro del pentecostalismo y su teología al respecto está en desarrollo.
¿Cómo nos encontramos con Cristo en los carismas?
  • Bautismo en el Espíritu. Los pentecostales enfatizan en el bautismo en el Espíritu como una experiencia distinta al bautismo de agua, que empodera y equipa al cristiano para el servicio y el ministerio, generalmente acompañada con el don de lenguas (glosolalia). Desmintiendo el prejuicio luterano, los pentecostales no creen que el bautismo en el Espíritu sea un requisito para la salvación.
  • Dones del Espíritu. El bautismo en el Espíritu habilita al cristiano en los distintos dones del Espíritu, reconociendo principalmente los nombrados en 1Cor.12:8–10 (palabra de sabiduría, palabra de ciencia, fe, dones de sanidades, hacer milagros, profecía, discernimiento de espíritus, diversos géneros de lenguas, interpretación de lenguas). Se entiende que estos dones o carismas dan poderes extraordinarios que otros cristianos sin el bautismo en el Espíritu no tendrían, a diferencia de los frutos del Espíritu que son comunes.
  • Frutos del Espíritu. Son mencionados en Gal.5.22-23 (amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza) y seguirían a todos los cristianos luego de su conversión, tenga o no bautismo en el Espíritu. Los frutos del Espíritu son parte de la santificación y sirven de guía en el uso de los dones espirituales, para que sean de edificación para la comunidad y para la misión. 
  • Respuesta luterana. Los luteranos no solemos hacer tal distinción entre bautismo de agua y del Espíritu ni entre los dones y frutos del Espíritu. Relacionamos los dones más con la educación que con experiencias particulares. Por lo mismo, el luteranismo dedicó tanto tiempo y energía en la traducción de la Biblia a las lenguas vernáculas, en el catecismo de padres y pastores, la educación pública de los niños, la música eclesial, el servicio diacónico-social, el estudio teológico, que siguen siendo los énfasis hasta el día de hoy. Los luteranos se sienten mucho más cómodos con los dones de enseñanza, asistencia, administración, servicio, exhortación, generosidad, liderazgo y actos de misericordia, por sobre cualquier tipo de don extraordinario. De todas formas, también hay que considerar la renovación carismática que ha tenido lugar en muchas iglesias luteranas, que ha tenido variadas respuestas internas desde respuestas negativas (USA principalmente), respuestas sutilmente positivas (como en Alemania en 1980) hasta respuestas completamente positivas (como en África). Desde el lado negativo, las objeciones suelen basarse en 1) el cesacionismo enseñado por San Agustín, que indica que tales dones extraordinarios cesaron luego de la época de los apóstoles; 2) la desmitologización de los pasajes bíblicos que hablan de tales dones extraordinarios, basados en Rudolf Bultmann, asumiendo que en la modernidad sería ilógico confiar en la factibilidad o fidegnidad de tales experiencias; 3) miedo a que la cultura eclesial se enfoque en tales carismas, eclipsando la centralidad de la obra expiatoria de Cristo; 4) miedo al desorden en la iglesia.
Podemos decir que en general no hay nada que a priori se rechace o condene entre el luteranismo y el pentecostalismo, dependiendo más bien del movimiento teológico particular al que uno se adhiera. Diría que, en general, el énfasis luterano y el énfasis pentecostal son perfectamente complementarios y tenemos que aprender a escuchar las exhortaciones del otro, para edificarnos mutuamente.
Lamento tener que, por una cuestión de extensión, presentar el tema de forma tan limitada. Es un tema con mucha mayor profundidad y aristas, sobre el cual podría seguir transmitiendo. Diría que el diálogo existente hace referencia principalmente al luteranismo ortodoxo, y acá en Chile sería relevante considerar la influencia de la teología liberal, la teología de la liberación y la teología dialéctica o neortodoxa, que son las teologías que nos generan mayor distancia con la mayoría del mundo evangélico.
Mi llamado es a que centrados en la obra de Cristo y en su gracia, podamos vernos como un solo cuerpo, como hermanos con un mismo Señor y una misma misión. A que aprendamos a trabajar juntos en este mundo, que tanto necesita de nuestro testimonio común. Sirvamos y proclamémosle con diligencia, hasta que Él vuelva a reinar con justicia. ¡Amén!
23 de octubre de 2016, Concepción.

martes, 18 de octubre de 2016

Diálogos Evangélicos: Municipales 2016

En el marco de las próximas elecciones municipales 2016 entrevistamos a Claudia Monje, candidata a concejal por Izquierda Libertaria, y a Sonnia Flores candidata a Concejal por el partido Socialista.

 

miércoles, 12 de octubre de 2016

Por sus frutos los conoceréis... Segunda Parte

Hace aproxidamente 1 año y medio escribí sobre el tercer capítulo del Sermón del Monte, según san Mateo: Por sus frutos los conoceréis...

En aquella entrada profundicé en lo ya expuesto en un capítulo de la serie de "La Iglesia", en el que hablo del discipulado, basado principalmente en el libro de Dietrich Bonhoeffer, "El Precio de la Gracia: El Seguimiento".

Quiero complementar el tema ahí tratado con el pasaje de Mateo 25:31-46, que también he tratado ya en la entrada 12º La Iglesia: rebaño de Dios. Según este pasaje, en el día del juicio Cristo nos separará entre ovejas y cabritos, poniendo énfasis en que sus ovejas le alimentaron, vistieron, visitaron y acogieron cada vez que lo hicieron con uno de sus hermanos más pequeños.

Estos pasajes ponen sin duda un énfasis en seguir a Jesucristo, seguir sus mandamiento y obrar con justicia, luchando por la paz y por los pobres. Sin embargo, suelen ser citados para apoyar la idea de que seremos justificados o juzgados según nuestras obras, y que por lo mismo podríamos juzgar nosotros entre buenos y malos según sus obras o según el cumplimiento de una moral dada. Quiero dejar en claro que si así fuera, todos seríamos juzgados a la perdición eterna y ninguno sería salvo. ¿Cuántas veces has pasado al lado de alguien que pudiste ayudar y no lo hiciste? Efectivamente, una de las principales funciones de la ley es que nos hagamos concientes de nuestro pecado y veamos que el único justo es Jesucristo, nuestro Salvador, como tanto insistió Martín Lutero.
Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí. Mt. 25:34-36
Muy pocos enfatizan en las primeras palabras del Rey, en las que menciona que tal destino estuvo preparado para sus ovejas desde la fundación del mundo, a pesar que sus buenas obras son posteriores en el tiempo, apoyando la idea de la Gracia y la predestinación.
Entonces los justos le responderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te sustentamos, o sediento, y te dimos de beber? ¿Y cuándo te vimos forastero, y te recogimos, o desnudo, y te cubrimos?¿O cuándo te vimos enfermo, o en la cárcel, y vinimos a ti? Y respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis. Mt.25:37-40
El énfasis que pone Jesús en su encarnación/humillación e identificación con los necesitados es una de las más grandes maravillas del Evangelio, que nos da un nuevo sentido de lo "sacramental". Jesús, como persona de carne y hueso, se hace palpablemente presente en el necesitado. No voy a negar que está a la diestra del Padre, pero es justamente por el hecho de que está en aquél lugar invisible que también puede estar visiblemente presente en nuestro prójimo, así como lo hace en el Bautismo, en la Santa Cena y en la comunidad de discípulos. Sin embargo, no es esa la parte que quiero destacar ahora. Antes de llegar al punto, sigamos con la lectura:
Entonces dirá también a los de la izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber; fui forastero, y no me recogisteis; estuve desnudo, y no me cubristeis; enfermo, y en la cárcel, y no me visitasteis. Entonces también ellos le responderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, sediento, forastero, desnudo, enfermo, o en la cárcel, y no te servimos? Entonces les responderá diciendo: De cierto os digo que en cuanto no lo hicisteis a uno de estos más pequeños, tampoco a mí lo hicisteis. E irán éstos al castigo eterno, y los justos a la vida eterna. Mt.25:41-46
¿Que tienen en común estos cabritos con aquellos que gritan "Señor, Señor, ábrenos", pero Jesús les hace la desconocida (Mt.7:21-23; Lc.13:25-27)? Tanto los primeros condenados como los segundos creían tener derecho o mérito ante el Señor. ¿Qué tienen en común con las ovejas salvadas? Todos son sorprendidos por el juez, asombrados de que su juicio divino sea opuesto al propio y cumpliéndose cabalmente aquellas palabras que dicen que "el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido" (Mt.18:4; 23:12; Lc.14:11; 18:9-14). Por ninguna razón, ni basado en obras ni basado en religión ni doctrinas, podríamos presumir que somos salvos, sino que hemos de encomendarnos al juicio de Dios como pecadores y mendigos... y ni con eso podríamos asumir que hacemos bien.

La verdad es que las ovejas y los cabritos tienen más cosas en común de lo que a primeras uno pensaría. No creo que los desconocidos que claman al Señor mientan al decir "Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?" o al decir "Delante de ti hemos comido y bebido, y en nuestras plazas enseñaste." De seguro que sí hicieron aquellas buenas obras y que sí compartieron con el Maestro. De seguro que los cabritos sí dieron alguna vez de comer o beber a algún necesitado, o le dieron vestido, visitaron o acogieron. Por otro lado, las ovejas habrán pasado más de un necesitado por alto. De seguro que las ovejas y cabritos, que antes de ser separados hemos de estar mezclados, somos como el trigo y la cizaña, no pudiendo distinguir entre los unos y los otros (Mt.13:24-30).

Como he insisto en la serie "Buenas Obras, Una Gracia de Dios", las buenas obras son inherentes a la fe y son la misma Gracia de Dios actuando en nosotros, deseándolas con toda nuestra vida. Es imposible que podamos presentar tales obras como mérito ante el Señor, sino que hemos de agradecer al Señor que ha puesto estas obras de antemano en nuestras manos, reconociendo que es Él el que nos utiliza y obra por medio nuestro y a pesar nuestro (Ef.2:10). La obra solo es buena si la hace Aquél que es bueno. El justificado es aquél que ve con dolor el pecado en sí mismo y se goza al ver en Dios al único justo, al único santo, al único bueno (Mc.10:18).

Así es como a aquél que su propio bien ignora, el Señor consuela diciendo "acuérdate de aquella sola vez que me serviste...", y aquél que presenta su bondad es juzgado por el Señor, que le dice " 'pérate, ¿qué hay de aquella vez que no me serviste?".

Así que, de ninguna forma hemos recibido del Maestro alguna herramienta para juzgar, a salvo del juicio que hemos de hacer contra nosotros mismos (Mt.7:1-5; Lc. 6.37-38,41-42). Recuerdo igual el famoso pasaje del buen samaritano (Lc.10:25-37), en la que Jesús responde a la pregunta "quién es mi prójimo" poniendo como ejemplo a quien era considerado un enemigo. Aquél samaritano, aún siendo extranjero e infiel, se compadeció y acogió, alimentó y vistió al moribundo en el camino. Pocos son los que notan que en realidad Jesús evita la pregunta. No da ninguna herramienta para que su interlocutor pueda juzgar quién es su prójimo y quién no, sino que le llama a ser prójimo del otro al poner en práctica la misericordia. Da vuelta su juicio hacia sí mismo. Así es como podemos ver también que el único que realmente ha tenido misericordia, y el único que realmente tiene mérito para ser llamado "prójimo", es el Señor y estamos llamados a actuar como Él, dando nuestra vida gratuitamente por el otro so pena de muerte ante el jucio final.

Oremos, pues, pidiendo al Señor que tenga misericordia de nosotros y que nos de el gozo de verle en aquellos que nos necesitan, sirviendo humilde y misericordiosamente sin juicio ni distinción alguna. Amén.

martes, 4 de octubre de 2016

Diálogos Evangélicos: Plebiscito en Colombia, una vision evangelica

Hermanos y hermanas sean todos bienvenidos, en esta ocasión estaremos conversando acerca del proceso de paz en Colombia, a propósito del plebiscito realizado el domingo 2 de octubre, colocando énfasis en el contexto que nos ayuda a entender el resultado desfavorable a los acuerdos entre las FARC y el Gobierno de Colombia. Jesús nos llama a ser instrumentos de paz en sus manos, así que oramos por quienes trabajan por construir la paz en Colombia y el mundo, esperando que nuestras oraciones no se limiten a palabras vacías en nuestro templos sino que sean un compromiso real de parte de los cristianos por la construcción de una cultura de paz fiel al Evangelio de Jesús.