miércoles, 1 de noviembre de 2017

El papel de la iglesia en la dictadura militar chilena

[Por Esteban Burgos]

En nuestro país, son evidentes aun las secuelas que dejó la dictadura militar, que asolaría durante 17 años las vidas de quienes vivieron en nuestro territorio durante esa época. Ciertamente, la ilusión de la transición, no ha sido capaz de sanear completamente las heridas, ni de reconstituir socialmente una aceptación del otro (distinto a mí) que permita la coexistencia fraterna de los dos grandes polos socio-ideológicos, que se vieron sometidos a una tenaz oposición en tiempos previos y posteriores al 11 de septiembre del 73´.
El hablar del rol de la iglesia durante este período, supone un gran esfuerzo teórico y metodológico. La cantidad de información que debería incluirse sería inmensa. Por ello, en este escrito, se revisarán las siete iniciativas eclesiales más relevantes en cuanto a promoción y defensa de derechos humanos durante la dictadura militar chilena. Es necesario aclarar, desde ya, que cuando se habla de eclesial o eclesiales, se toma la acepción de pertenencia a ciertos grupos religioso y se destaca la participación de los fieles, en tanto que la fe comunitaria les motiva a hacer una opción por lo oprimidos.
En general, se pretende dar a conocer las posiciones políticas y prácticas que adoptaron algunas de las distintas facciones denominacionales de todo espectro cristiano (incluso a veces judío). Además, se analizarán las variantes ideológicas, las presiones por parte de la Junta Militar para con las comunidades y las pretensiones de algunos grupos evangélicos por lograr reconocimiento político y social.

Contextualizaciones eclesiales

En los días previos al golpe, en Chile había un clima desconcertante que llevó a los distintos grupos religiosos, a hacer un llamado a la reflexión y a la oración por la patria (Lagos, 1978). Esto, fue claramente definido por sus convocantes como un acto meramente religioso-espiritual, no obstante, “el gobierno militar lo entendió como una convocatoria de resistencia al gobierno socialista, y el golpe militar, como una respuesta de Dios a la oración de las iglesias” (Mansilla y Orellana, 2015, p. 148).

Iglesia católica

Una fracción importante de la iglesia católica, al poco andar de la dictadura, se dio cuenta a través de algunos de sus líderes, que debía oponerse al gobierno de turno y tomar cartas en lo relativo a los derechos humanos. Las distintas presiones internacionales y el ímpetu del Cardenal Silva Henríquez, hicieron posible dicha realidad. Esto, traerá una serie de consecuencias; entre otras, que la Junta Militar buscará apoyo (validación social y política) en ciertos sectores evangélicos (Sepúlveda, 1999).

Iglesias evangélicas

Fue sorprendente para los chilenos en general, y para los científicos sociales en de la época en particular, enterarse del apoyo de vertientes evangélicas a la dictadura cívico-militar, el 13 de diciembre de 1974. Se hace referencia al conocido “portalazo”; su nombre deviene porque se realizó en edificio Diego Portales de Santiago, lugar en que 32 representantes de iglesias evangélicas firmaron un documento que respaldaba la agenda del gobierno militar. En ese contexto, uno de los pastores presentes en dicho lugar, declara lo siguiente:
“El pronunciamiento militar de las fuerzas armadas en el proceso histórico de nuestro país, fue la respuesta de Dios a la oración de todos los creyentes que ven en el Marxismo las fuerzas satánicas de las tinieblas en su máxima expresión”
Esto es particularmente sorprendete, ya que el autor de “El refugio de la masas”, unos años antes había asegurado que los evangélicos (pentecostales) satanizaban la política y no tenían ningún interés de inmescuirse en ella (Lalive D'Epinay, 1968). Dicho sea de paso, es importante aclarar desde ya, que muchas de las iglesias que firmaron este documento, posteriomente se retractarían. Y aun otras que no firmaron, fueron ferreas opositoras al régimen. Por tanto, no se puede hacer una generalización monopólica respecto a «la posición de la iglesia evangélica con el régimen militar».
Sepúlveda (1999) expresa que a menos de un año antes del golpe ya se veía la polarización entre distintas fracciones de las iglesias; por un lado estaban los conservadores que apoyarían incondicionalmente el régimen, conocidos como «tendencia oficiaslista»; y por otro, los que tenían una inclinación más favorable al cambio social, que fueron articulandose lenta y problemáticamente, cohartados, censurados y atemorizados por la presión militar; se trata, según el mismo autor, de los de «tendencia profética».

Importancia del consejo de pastores

El Consejo de Pastores (CP) es uno de los más importantes instrumentos de la «tendencia oficialista» y tiene una relevancia fundamental dentro del entendimiento del rol de la iglesia en el período de la ditadura. Entre otras cosas, se crea como organismo que sirve para enlazar a los evangélicos que estuvieran a favor del gobierno militar y éste (Lagos, 1988). Busca además, la unificación de la “voz evangélica chilena” y dentro de sus posturas destaca un férreo dualismo en varias las temáticas (salvación/condenación, cristianismo/marxismo, fe/ateísmo); esto genera un intento de unión de las opiniones desde un extremo conservadurista, y una legitimización al gobierno imperante.

¿Ecumenismo en dictadura?

En primer término, es pertinente asimilar que las primeras iniciativas pro-derechos humanos nacen en el seno de una alianza entre las distintas agrupaciones eclesiales constituidas en Chile.
Sepúlveda (1999), sostiene que realmente existía un interés ecuménico en una proporción importante de iglesias. Sin embargo, es difícil hablar de ecumenismo real en aquella época. Ya que esto, “(…) no era tanto un principio ideológico, excepto para algunas iglesias como la metodista, sino más bien un instrumento institucional de resistencia al gobierno militar” (Mansilla y Orellana, 2015, p. 151).

Iniciativas pro derechos humanos

Ya se mencionó con anterioridad que las Iglesias Evangélicas fueron recibidas por la Junta Militar el miércoles 3 de octubre de 1973. En esa oportunidad, se conversó de los siguientes puntos, que hasta ese momento se consideran como prioridades en la acción de las iglesias:
1)    Promoción de la reconciliación
2)    Programa de reconstrucción nacional
3)    Atención a Refugiados políticos extranjeros residentes en Chile.
4)    Colaboración a la Paz Civil (Defensa de los Derechos Humanos)
5)    Mantenimiento de la libertad Religiosa y aportes a la nueva Constitución Nacional. (Lagos, 1978, p.17)
Cabe destacar que, en el contexto de la dictadura militar, “(…) las iglesias eran el único espacio relativamente seguro donde buscar refugio y desde donde se podía iniciar una lenta y dolorosa reconstrucción del tejido social” (Sepúlveda, 1999, p. 143). Ellas asumieron su responsabilidad. De tal manera que “la institución social que asumió la defensa de los derechos humanos fueron las iglesias a través de los organismos creados para ese fin” (Orellana y Quay Hutchison, 1991, p. 11). Por ello, se hará una revisión parcial de algunas de las organizaciones más importantes surgidas en dictadura, que fueron en ayuda directa de aquellos que vieron vulnerados los derechos más fundamentales.

Comisión nacional de ayuda a los refugiados (Conar)

Una de las primeras gestiones de las entidades religiosas fue crear la Comisión Nacional de Ayuda a los Refugiados (Conar), el 3 de octubre de 1973, presidida por el pastor luterano Helmut Frenz y el obispo católico Fernando Aristía (Ossa, 1999; Harper, 2007). Los propósitos de esta organización eran:
1)    Preocuparse por su situación espiritual y material;
2)    Asesorarlos en la búsqueda de soluciones para legalizar su permanencia en el país;
3)    Con respecto a los que debieran o quisieran hacer abandono del país, colaborar en la solución de todos los problemas que esto involucra;
4)    Con respecto a los extranjeros que desean informarse si son requeridos por la autoridad, las iglesias ofrecen su intermediación para consultar (o ponerlos en contacto) con las autoridades correspondientes y si es necesario dar asistencia legal que se requiera. (Lagos, 1978, p. 17)
“Este comité fue reconocido y respaldado por la ONU. Conar hizo posible que alrededor de 7.000 refugiados extranjeros salieran de Chile” (Mansilla y Orellana, 2015, p. 149).

Comité de Cooperación para la Paz en Chile (Comité Pro Paz o COPACHI)

Dada las convulsiones de la época, provocadas por la persecución política y que desembocó en la negación de las libertades de expresión y de conciencia. Las instituciones religiosas de los distintos credos deciden tomar acciones concretas en favor de los sectores sociales que estaban siendo vituperados. “Grupos sociales que, por cierto, pedían refugio, acogida, ayuda y asesorías de toda índole, habían encontrado puertas cerradas y respuestas negativas” (Miranda, 2012, p. 12).  Este hecho impulsa a miembros de distintas congregaciones, a configurar el denominado «Comité 2», que tenía como propósito ayudar a chilenos perseguidos por la dictadura. Posteriomente esta iniciativa daría lugar al Comité de la Cooperación para la Paz en Chile.
El 6 de octubre de 1973, las iglesias: católica, evangélica luterana, metodista, metodista pentecostal, y la comunidad israelita, contando con la representación del Consejo Mundial de Iglesias (CMI), crearon el Comité Pro Paz (Lagos, 1978; Ossa, 1999; Orellana y Quay Hutchison, 1991). “Tanto el pastor luterano Helmut Frenz como algunos pastores pentecostales de la Iglesia metodista pentecostal participaron sin el apoyo ni respaldo de sus respectivas denominaciones, y aun con el riesgo de ser considerados sospechosos de colaborar con los terroristas” (Mansilla y Orellana, 2015, p. 149).
El comité Pro Paz, comienza bajo el lema “una paz verdadera basada en la Justicia” e inicia su trabajo de asistencia a: prisioneros políticos y sus familiares, familiares de las personas desparecidas o muertas y trabajadores despedidos. El Comité contaba al cabo de un año con 180 miembros (abogados, médicos, asistentes sociales) trabajando tiempo completo en Santiago y contando con oficinas en 22 ciudades del país, donde trabajaban otras 110 personas (Zalaquett, 1976).
Los objetivos del comité pro paz fueron: “buscar y proveer de ayuda material y moral para los familiares y afectados; proveer con los organismos correspondientes de asistencia legal y judicial; recoger en forma responsable hechos irregulares que sucedan y dañen gravemente la dignidad de las personas” (Lagos, 1978, p. 18). Además, cabe destacar que “COPACHI jugó un rol esencialmente asistencial y no de denuncia” (Orellana y Quay Hutchison, 1991, p. 22)
Respecto al significado concreto que tuvo el comité para las personas, se afirma que dio resultados impresionantes a nivel jurídico y social en su primer año: asistiendo a más de 6 mil prisioneros políticos y a más de 7 mil trabajadores despedidos; se instalaron de 400 comedores populares donde almorzaban diariamente 30 mil niños; se atendió a más de 65 mil consultas médicas, se organizaron 120 pequeños talleres, además de la autogestión y viajes para familias de prisioneros políticos a los campos de concentración (Zalaquett, 1976).
El cierre del Comité se concretó el 31 de diciembre de 1975, tras las presiones del régimen. No obstante, al día siguiente se funda la Vicaría de la Solidaridad.

Vicaría de la solidaridad

Una vez que se suprime el Comité Pro Paz, el cardenal Raúl Silva Henríquez creó la Vicaría. Sin duda alguna, esta organización es la más conocida a nivel nacional e internacional, como una de las iniciativas que irradiaron una luz de esperanza en el país, mientras reinaba el terror.
Sus orígenes se remontan al 1º de enero de 1976, cuando el Cardenal Silva Henríquez mediante decreto arzobispal Nº 5-76 crea «La Vicaría de la Solidaridad del Arzobispado de Santiago», continuando en la tarea de la defensa y promoción de los derechos humanos, esta vez bajo el alero exclusivo —al menos en lo organizativo— de la Iglesia Católica. Como se trataba de una estructura interna de la iglesia y no civil, el gobierno militar no podía disolverla (Orellana y Quay Hutchison, 1991).
Con el correr del tiempo, comenzaron a estructurarse los departamentos de la Vicaría que respondían concretamente a las necesidades que se iban atendiendo: Departamento Jurídico, Departamento Laboral, Departamento Campesino, Departamento de Zonas, Departamento de Coordinación Nacional, Departamento de Publicaciones, Departamento de Apoyo y Finanzas. A medida que se transformaban los requerimientos, la Vicaría iba readecuando sus programas y funciones.
En cuanto a su ayuda concreta, puede señalarse a modo de ejemplo que, en el año 1984, el Departamento Jurídico otorgó 56.638 atenciones y el apoyo a organizaciones solidarias benefició a más de 50.000 personas (Orellana y Quay Hutchison, 1991).
En el desarrollo de su labor la Vicaría de la Solidaridad contó con fondos provenientes de Estados Unidos y Europa, principalmente del Consejo Mundial de Iglesias que realizó importantes aportes para sostener el trabajo de ayuda que se entendía una exigencia evangélica.
La Vicaría de la Solidaridad concluyó sus actividades, el 31 de diciembre de 1992, una vez recuperada la democracia en el país.

Fundación de Ayuda Social de Iglesias Cristianas (FASIC)

La fundación de Ayuda social de Iglesias Crisitanas es la organización continuadora del llamado «Comité 1», creado en septiembre de 1973, que tenía como finalidad ayudar a los extranjeros perseguidos por la dictadura militar (Orellana y Quay Hutchison, 1991).
Fasic, fundada en 1975 y liderada principalmente por metodistas (Mansilla y Orellana, 2015), pero con participación activa de fieles provenientes de otras iglesias (Católica, Católica Ortodoxa, Evangélica Luterana y Metodista Pentecostal). Desarrolló programas de atención a las víctimas, sobre todo centrados en el tema de los presos políticos, para quienes la salida hacia el extranjero era el único medio de obtener su libertad. Así también se optó por la denuncia nacional e internacional y el apoyo a los familiares.
De igual forma, se desarrollaron distintos tipos de atención a víctimas, trabajos conjuntos con redes, sin formalizarlos, para no poner en riesgo a las personas. Entre 1975 y 1976, el trabajo se orientó a las familias de las víctimas, de detenidos políticos, fundamentalmente la acogida y la atención en las cárceles (Mansilla y Orellana, 2015).

Confraternidad Cristiana de Iglesias (CCI)

La CCI se fue una de las organizaciones más férreas y explícitas en su oposición a la dictadura militar chilena, llegando al punto de exigir la renuncia del General Pinochet (29 de Agosto de 1986).  Nace en 1984[1], como continuadora de la Fundación de Ayuda Social de Iglesias Cristianas (Fasic), donde distintas iglesias evangélicas representantes de diversas vertientes de la fe se reúnen para formar la Confraternidad Cristiana de Iglesias (CCI), que se define como ecuménica y cuenta, además, con la participación de la Iglesia Católica Ortodoxa (Lagos, 1988).
Según Mansilla et al. (2015), hay cuatro declaraciones de la CCI que demuestran de buena manera el actuar contestatario de los evangélicos chilenos a la dictadura. En primer lugar está la Carta a la Opinión Pública Nacional (COPPN, 1984). En segundo lugar, la Declaración Pública en conmemoración al Centenario de los sucesos de Chicago (DPCCH, 1986), En tercer lugar, la ya mencionada Carta a Abierta al Presidente Pinochet (CAP, 1986), donde se exige su renuncia. Finalmente, la Carta al Pueblo Evangélico y a la Opinión Pública frente al Plebiscito (CPEOPP, 1988). Documentos publicados en la Revista Evangelio y Sociedad (E y S) dignos de analizar, si se quiere tener una mejor comprensión de esta organización.
La CCI tuvo aportes de entidades religiosas y laicas, nacionales e internacionales para cumplir su labor. Entre las instituciones nacionales que dieron sustento a la organización, sobresalen a SEPADE y la Comunidad Teológica Evangélica de Chile (CTE). Quienes “en conjunto impulsaron el Proyecto Unido de Educación Cristiana (PUEC) con el propósito de capacitar a jóvenes y mujeres evangélicas para actividades de educación cristiana, y producir material didáctico contextualizado para las comunidades evangélicas con una marcada connotación sociopolítica” (Mansilla et al., 2015, p. 331).

La Asociación de Iglesias Evangélicas de Chile (Aiech)

Otra organización evangélica importante durante la segunda mitad de la década de 1970 fue la Aiech, fundada el 26 de noviembre de 1974 por iglesias protestantes y pentecostales, con el fin de contrarrestar el poder de las iglesias evangélicas que apoyaban la dictadura (Ossa, 1999); ya que rompía la tradicional postura de la separación evangélica del Estado. La Aiech hizo una aclaración fundante: «esta asociación no tiene relación alguna con el Consejo de Pastores, cuyo móvil de constitución no es otro que las cordiales relaciones con el gobierno militar» (Lagos 1978).
La Aiech estaba compuesta por iglesias que no firmaron la Declaración de apoyo al gobierno militar en el Edificio Portales; tales como la Iglesia wesleyana, Misión Pentecostal y Unión de Misiones Pentecostales Libres y Protestantes, como el Ejército de Salvación, y otras que sí firmaron la Declaración, como las iglesias metodistas, bautistas, presbiterianas, y la metodista pentecostal de Chile. No se observa que las iglesias evangélicas hubiesen sido absolutamente neutrales o que apoyaran al gobierno militar, sino que hubo ambigüedad. Pese a ello, hubo resistencia al gobierno militar, aunque fue más bien de líderes, que, de denominaciones evangélicas en particular, por lo menos en la década de 1970, ya que en la década de 1980 esto cambió.
Mención especial, merece la escena de cuando el CP inició en 1975 el Tedeum Evangélico, invitando al gobierno militar y, al mismo tiempo, arrogándose la representatividad de todas las iglesias evangélicas chilenas. Entonces, la Aiech forjo una declaración pública en el diario El Mercurio, el 4 de septiembre de 1975, donde se manifestó en desacuerdo con el Tedeum Evangélico. Esta postura de la Aiech fue interpretada como una postura de infiltración marxista. Según Humberto Lagos, esta organización decía representar el “60% de los evangélicos chilenos y a las principales Iglesias Protestantes del país” (Lagos, 1978, 45); pero además contaba con el respaldo de la Unidad Evangélica Latinoamericana (Unelam), en Chile.

Conclusiones

En el comienzo de este escrito, se realizó un preámbulo, donde se expuso de manera sucinta las distintas realidades de las iglesias chilenas, agrupadas en dos grandes bloques: evangélicos y/o protestantes y católicos. Se advierte, luego de realizada esta monografía, que existe una deuda y un vacío académico en cuanto a la investigación del rol de la Iglesia Ortodoxa y las comunidades judías, que, si bien no tienen una gran presencia en el territorio nacional, son parte de nuestra diversidad religiosa y contribuyeron tanto al retorno de la democracia, como al cuidado y promoción de los derechos humanos durante el período de dictadura.
El trabajo, no se limitó a revisar sólo iniciativas evangélicas o católicas. Sino que se intentó poner de relieve los trabajos en conjunto que se realizaron. Eso resalta la importancia y el valor que tienen las creencias más profundas de las personas, en este caso en la persona de Jesús. Y es que muchas veces se han planteado como antagónicos los católicos y los protestantes, con un cargado uso de violencia y términos despectivos desde ambos bandos; sin embargo, cuando el apremio del prójimo, es una realidad, las barreras a veces establecidas se caen para ir en su auxilio del necesitado.
Así mismo, fue posible evidenciar como los intereses políticos y económicos primaron en algunos grupos. El caso puntual del consejo de pastores, que, movido por sus convicciones conservadoras y el autoritarismo de sus líderes, manifestó desde un comienzo su apoyo al régimen a fin de obtener reconocimiento social.
Por otro lado, la opinión pública, en general, señala que los evangélicos chilenos son conservadores; se critica que la moral que se desarrolla dentro de estos círculos es únicamente sexual y que no hay una apertura a otras temáticas que pueden ser relevantes para la sociedad. Con la confección de este escrito, en parte se desmiente aquello. Y es que se da a conocer que no existe «la iglesia evangélica chilena», sino que existe una diversidad de iglesias y personas que piensan, sienten y creen distinto; lo que les lleva a vivir su espiritualidad de una forma, también diferente.
Finalmente, se invita a los lectores a seguir reflexionando sobre la diversidad y riqueza que hay dentro de las distintas realidades eclesiales. Y a quienes profesan esta fe, a no intentar monopolizar el discurso y a respetar las distintas opiniones y/o interpretaciones.

Referencias

Harper, C. (2007). El acompañamiento. Acción ecuménica por los derechos humanos en América Latina 1970-1990. Montevideo, Uruguay: Trilce.
Lagos, H. (1978). Libertad religiosa en Chile, los evangélicos y el gobierno militar. Tomo 1. Vicaría de la solidaridad del arzobispado de Santiago, Santiago.
Lagos, H. (1988). Crisis de la esperanza. Santiago, Chile: Presor y Lar.
Lalive D'Epinay, C. (1968). El refugio de las masas. (N. Zamanillo, Trad.) Santiago, Chile: Editorial del Pacífico S.A. Recuperado el 22 de Agosto de 2017, de http://escriturayverdad.cl/wp-content/uploads/Historia/ElRefugiodeLasMasas.pdf
Mansilla, M. Á., & Orellana, L. (2015). Participaciones activas y pasivas de los evangélicos en los espacios públicos y políticos en Chile entre 1973 y 1999. Revista de Estudios Sociales(51), 146-159. doi:http://dx.doi.org/10.7440/res51.2015.11
Mansilla, M. Á., Sepúlveda, J., & Orellana, L. (2015). Cuando el opio se rebela: La Confraternidad Cristiana de Iglesias (Evangélicas) en su crítica a la dictadura militar y su proyecto de sociedad (1981-1989). Revista de Ciencia Política, 35(2), 227-245. doi:http://dx.doi.org/10.4067/S0718-090X2015000200004
Orellana, P., & Quay Hutchison, E. (1991). El movimiento de derechos humanos en Chile, 1973-1990. Santiago, Chile: CEPLA. Obtenido de http://www.memoriachilena.cl/archivos2/pdfs/MC0023385.pdf
Ossa, M. (1999). Iglesias evangélicas y derechos humanos en tiempos de dictadura. La confraternidad cristiana de iglesias 1981-1989. Santiago, Chile: Fundación Konrad Adenauer – Centro Ecuménico Diego de Medellín.
Sepúlveda, J. (1999). De peregrinos a cuidadanos. Santiago, Chile: Fundación Konrad Adenauer y Facultad Evangélica de Teología.
Zalaquett, J. (21 de Abril de 1976). Testimonio: el Comité Pro-Paz. A pesar de todo, una experiencia de solidaridad y una esperanza. Recuperado el 30 de Septiembre de 2017, de http://www.memoriachilena.cl/archivos2/pdfs/MC0043516.pdf







[1] Otros autores, señalan que sus orígenes se remontan a 1981, (Mansilla, Sepúlveda y Orellana,2015, p. 237)

domingo, 29 de octubre de 2017

Teología de la Cruz y Soberanía de Dios

El viernes 27 y sábado 28 de octubre de 2017 celebramos y conmemoramos en Concepción los 500 años de la reforma protestante con un maravilloso seminario. Lo organizamos como Comunidad Teológica Evangélica junto a la Biblioteca Municipal de Concepción y Corporación Sendas. Fue una experiencia vivificante.

Tuvimos expositores de renombre internacional, como Nicolás Panotto, a quien admiro en sobremanera. Él expuso el sábado 28 una ponencia titulada “La Libertad Cristiana en Lutero”. ¡Tremendo! Me sentí muy alineado con él, admirando la bellísima exposición que hizo de la Theologia Crucis de Lutero, la Teología de la Cruz, según la cual el lugar predilecto para la revelación de Dios es “por el trasero”, o sea, en lo más impuro y humillante: la cruz.

Esa grosera expresión “por el trasero”, refleja la controversial personalidad de Lutero, característica que admiro en él y con la que logra que el diablo se revuelque y revuelque de dolor. ¿Cuál diablo? Ese que mora en nosotros y admira lo puro y perfecto, haciendo que nos aferremos a aquello que es bueno a nuestros ojos, en vez de aferrarnos a la obra de Dios y a su sola gracia. Así mismo es cuando Lutero dice “peca valientemente… pero con aún más valentía aférrate del amor de Dios”.

En el espacio de consultas, mi querida compañera de estudios, Daniela Muñoz, confesó que odiaba cuando se habla de la “soberanía de Dios” y quería saber cómo reconciliarse con aquel término, así como Lutero se reconcilió con la “justicia de Dios”. Panotto, en vez de proponer una reconciliación, reafirma su rechazo, insistiendo que la gente habla de la soberanía de Dios por sus propias ansias de poder. Nada más. Ante tal impía respuesta de mi respetado Panotto, es que me he motivo a escribir esto. En un futuro espero desarrollar mejor el tema, con mayor base bibliográfica y de forma menos acotada.

Primero que todo, concuerdo con la crítica que hace Nicolás Panotto. A los que insisten en la soberanía de Dios para reafirmar su propio deseo de soberanía (consciente o inconscientemente), los sometería a una intensiva dosis de pesimismo occamista y de “cristianismo sin religión” bonhoefferiano. Sin embargo, no puedo tolerar que se niegue la soberanía de Dios, que además de caer en lo impío y herético puede terminar promoviendo la gracia barata y, aún peor, un liberacionismo reduccionista[1]. No es mi intención enemistarme con ustedes, Nicolás y Daniela, ni apuntarles con el dedo, sino que les hablo como hermano y como el peor de los pecadores[2].

Si Dios no fuera soberano, la cruz dejaría de ser un escándalo y la doctrina de la justificación por la sola gracia de Dios no sería una buena noticia. Si bien el concepto de soberanía, así como el de predestinación, son banderas del calvinismo y no del luteranismo, también están necesariamente presentes en la doctrina luterana de la sola gracia. Lutero enfatizó en el amor de Dios y Calvino en su soberanía. Sin embargo, ambos énfasis hablan de lo mismo y están en el centro de la doctrina de la justificación.

Tengo amigos[3] que niegan la soberanía de Dios y su título de “todopoderoso”, buscando identificarse con aquellos que sufren y que se preguntan día a día por qué Dios permite su desgracia. Ellos consideran que hay que responder que su sufrimiento no es voluntad de Dios, y que si tuviera el poder, ya lo habría eliminado. Personalmente, no creo que ante el sufrimiento tengamos que dar una explicación ni exculpar a Dios. Por otro parte… ¿con qué cara le diremos Señor, Cristo, Mesías o Rey si negamos su señorío?

En un plano soteriológico más tradicional, en la serie de reflexiones cortas “Buenas Obras, una Gracia de Dios”, crítico escuetamente la doctrina de la doble predestinación y la del libre albedrío. La Biblia es consistente en decir que Dios no desea la muerte del pecador, sino que desea que se convierta. Dios quiere que todos sean salvos y le conozcan. Al mismo tiempo, me parece esencial insistir que la fe salvadora es un don de Dios y que no tenemos un albedrío libre, sino que somos parte de un mundo esclavizado por el pecado. Entonces… ¿todos son salvos? No lo creo. Hay gente que no tiene fe ni comunión con Dios. Entonces… ¿Dios no es todopoderoso? Si fuera así, prefiero vivir engañado que ofender a mi Dios negando su soberanía e infinito poder. Solo a Él sea toda gloria y honra. Prefiero concluir que se trata de un misterio que sobrepasa nuestro entendimiento. Es también la conclusión a la que llegan luteranos y reformados en la Concordia de Leuenberg (1973). Me parece que así destacamos la paradoja que presenta la cruz, y la crítica que la misma hace contra la razón humana.

Creo que la idea del libre albedrío nace justamente de una mente moralista que busca justificar a Dios y que fácilmente termina juzgando al prójimo por su falta de fe y por su condenación. Hay que despojarse de este énfasis ético y dejar que Dios sea Dios, dejarnos ser criaturas ante nuestro Creador. Que la justificación sea por la sola gracia de Dios, significa que nosotros no podemos justificar ni juzgar a nadie, menos a Dios. Como diría la obra de Kierkegaard, hemos de saltar del estadio ético al estadio religioso.

Ante el sufrimiento diario, la teología de la cruz no responde por qué Dios permite el pecado, sino que nos consuela con la convicción de que Dios se identifica con nosotros y que está sufriendo con nosotros. El concepto de “soberanía de Dios”, desde la teología de la cruz, tiene su énfasis justamente en la encarnación y cruz de Cristo, más que en su resurrección y glorificación. La resurrección y glorificación son la esperanza a la que nos aferramos cuando nos identificamos con Cristo, y que nos da fuerza para seguir luchando por un mundo mejor. Así mismo, la resurrección y glorificación son la consecuencia natural de la soberanía de Dios y su infinito poder, pero la verdad es que no son su esencia ni son necesarias para afirmar que Dios es soberano. Así como la santificación es consecuencia natural de la justificación, sin ser necesaria para ser justificado.

Dios se revela como soberano y todopoderoso principalmente en su kenosis, en su encarnación y crucifixión. Especialmente en aquel momento en que clama “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” (Mc.15:34), gracias al cual soportaremos vivir “ante Dios y con Dios sin Dios”[4]. Es en ese momento en que Dios logra tomar nuestro lugar con plenitud, dignificando su creación caída y restaurando plenamente su comunión con nosotros. Es en ese momento en que el señorío y poder de Dios son tal que superan todo concepto humano de lo poderoso y lo sabio. Y como sabemos que ese judío crucificado ha sido puesto a la diestra del Padre y declarado Rey, es que sabemos que llenará a los pobres de bienes y alejará de sí vacíos a los ricos. Y como sabemos que Él es Rey, es que sabemos que las Romas y los Pilatos caerán cuando vuelva a juzgar a los vivos y a los muertos. Como sabemos que Él es soberano, sabemos que es Él el que construye su reino. ¡No nosotros! Cuando los secularistas, los teólogos del dominio o los radicales armados quieran erigir el reino de Dios o una Nueva Jerusalén, recordemos que el reino es de Dios y que Él lo construye, no nosotros.

Dios no necesita de nosotros ni hemos de sentirnos muy importantes para su misión. Sino que hemos de sentirnos gozosos de que por su gracia nos da el privilegio de participar en su misión. El privilegio de ser elegidos por Él, es el de servir y humillarse como Él lo hizo en la cruz. Es el de reconocernos menor que el otro. Este es el sentido que toman nuestros cultos cuando partimos confesando nuestros pecados, clamando por la piedad de Dios y glorificando su nombre: “¡Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz…!”. Solo cuando le demos toda la gloria y honra a Él y solamente a Él, es que dejaremos de buscarla para nosotros y que por fin habrá paz entre nosotros.

Si seguimos desarrollando la teología de la cruz desde una perspectiva bonhoefferiana, que insistió en la comunidad de discípulos como el cuerpo de Cristo, y que Jesucristo sigue existiendo en forma de comunidad, recordaremos que Bonhoeffer también habló de la “comunión del pecado” y de que la Iglesia, como cuerpo de Cristo, carga con el pecado de todo el mundo. Si alguien peca o sufre en el mundo, hemos de admitir nuestra responsabilidad y admitir ese pecado como propio, sufrir ese sufrimiento como propio. Al amar al otro como a uno mismo, cargaremos con sus pecados y dolores como si fueran propios. ¡Cómo cargar con tanto pecado, tanta culpa y tanto dolor! Solo podemos hacerlo si nos aferramos a la soberanía y al poder de Dios, sin lo cual no podemos confiar en la efectividad de su gracia ni en la efectividad de nuestra oración. Es aquí que la oración de intercesión cobra sentido. No es una “buena obra” con la que esperamos manipular la voluntad de Dios ni alivianar nuestra conciencia ante el mal ajeno. Tampoco es momento para discursos programáticos. Sino que es un poderoso refrigerio para el que carga tanto mal, y es una gran esperanza que impulsa a seguir por el camino de la cruz.

Es en este sentido, mis hermanos, que me preocupa que busquemos negar la soberanía de Dios. Me da la impresión que no odiamos tanto la “soberanía de Dios”, sino que odiamos más bien a las personas que predican la soberanía de Dios. Negar la soberanía de Dios termina siendo nuestra máscara piadosa con la que escondemos nuestro odio, y con la que nos desentendemos del pecado de esos ‘fundamentalistas’ que quieren la gloria de Dios para sí mismos. De esta forma, ya no somos responsables por su pecado.

No me preocupa tanto caer en impiedad o herejía. Lo que me preocupa es que al desmarcarnos del pecado de nuestros hermanos, estemos negando el camino de la cruz. Luego de tal desvío hemos de agachar la cabeza ante nuestro Señor y Maestro, que al igual que a Simón Pedro nos dirá: “¡Ponte detrás de mí, Satanás! Eres para mí un obstáculo, porque tus pensamientos no son como los de Dios, sino como los de los hombres.” (Mt.16:23)

Muchas gracias, Daniela y Nicolás, por estar en este camino en el que vamos reconociéndonos. Dios les bendiga y les haga bendición para muchos. Y como dice Luis Lucho: Besitos.




[1] Hago un giño a una de las “cautividades babilónicas” que Guillermo Hansen señala en su libro “En las fisuras. Esbozos luteranos para nuestro tiempo”. Me gustaría saber qué entiende por estas “cautividades”, categorías que he ido desarrollando por mi cuenta.
[2] Esto no es solo un guiño a San Pablo ni falsa modestia, sino que efectivamente soy el peor de los pecadores y se los demuestro rápidamente. Bajo la lógica de la cruz, el lugar privilegiado de revelación divina sería en el peor pecador. Identificarse con el peor de los pecadores, más que un acto de humildad, es un acto de incomparable vanidad. ¿Qué pecado es peor que este? He ahí, que con solo decir que soy el peor pecador, demuestro que lo soy efectivamente.
[3] Amigos luteranos que yo criticaría de caer en un liberacionismo reduccionistas.
[4] Bonhoeffer, Dietrich. Resistencia y Sumisión.

lunes, 25 de septiembre de 2017

Bonhoeffer y los evangélicos

Bonhoeffer fue –y para notarlo basta con asomarse a su obra- alguien influenciado en un momento u otro por todas las grandes tradiciones del protestantismo.

AUTOR Manfred Svensson, 11 DE ABRIL DE 2015

Texto originalmente de Protestante Digital:
http://protestantedigital.com/magacin/35863/bonhoeffer_y_los_evangelicos



Es la semana en que se conmemora la ejecución de Bonhoeffer y en un artículo reciente Will Graham se pregunta si acaso este teólogo alemán fue "evangélico". Y no es que su respuesta negativa sea incorrecta, aunque argumenta en un estilo que permitiría hasta demostrar que el cardenal Belarmino no fue católico. El problema no es la respuesta, sino la pregunta.

Imagine usted al pobre Bonhoeffer intentando entender la discusión. ¿Evangelikal? Con seguridad nunca oyó esa palabra. ¿Evangelisch? Claro, respondería, originario de la iglesia de la unión prusiana, de una familia con trasfondo tanto liberal como pietista, influenciado por la obra de Karl Barth pero sin digerirla de modo completo, fuertemente impactado por sus hermanos bautistas en Harlem, pero también por su estrecha relación con el arzobispo de Canterbury. Fue –y para notarlo basta con asomarse a su obra- alguien influenciado en un momento u otro por todas las grandes tradiciones del protestantismo.

En una cosa tiene razón Graham, y es que la obra de Metaxas a la que refiere vuelve tal vez a Bonhoeffer demasiado digerible para el evangélico promedio, con frecuencia ajeno a esas tradiciones. Aunque la sugerencia de que esto, a su vez, haya llevado a los evangélicos a beber de Bonhoeffer alguna rampante heterodoxia resulta algo insólita – los problemas evangélicos no suelen ir por el lado del exceso de lectura, y si algo de Bonhoeffer se lee son los escritos devocionales que Graham omite en su diatriba.

Cabe además notar que lo de Metaxas, con todas las faltas que se le pueda encontrar, es también corrección de otras presentaciones unilaterales de Bonhoeffer: había sido presentado como precursor de toda clase de corrientes teológicas del último medio siglo y un correctivo a eso ciertamente era necesario; pero es de la naturaleza de los correctivos el riesgo de la unilateralidad.

Pero como quiera que se opine sobre la unilateralidad (¿tan terrible?) de Metaxas, cabe notar que algunos de los puntos que de su obra se desprenden de hecho coinciden con resultados de investigadores más serios. La relación de Bonhoeffer respecto de Barth, por ejemplo, se ha ido revelando cada vez como menos servil, y en la comparación bien puede uno acabar inclinándose por Bonhoeffer: en los años 33 y 34, por lo pronto, la cuestión judía ocupó para Bonhoeffer una centralidad que para Barth aún ocupaba más bien el rechazo de la teología natural. Que la imagen recibida de Bonhoeffer merezca ser revisada, y eso de modos que puedan volverlo más cercano a lo mejor del mundo evangélico, no es pues ningún disparate.

Desde luego, bien podría alguien objetar que un autor susceptible de lecturas tan variadas y cambiantes es tal vez finalmente algo incoherente. Existe, sin embargo, algo distinto de la incoherencia: el estar lentamente progresando, y morir antes de llegar a la definitiva madurez… Pero eso es compatible con tener una identidad medianamente clara. ¿La tenía Bonhoeffer? Si hoy tuviese que reescribir el libro que algunos años atrás escribí sobre el mismo, una de las cosas que resaltaría con mayor claridad es la creciente importancia dada por Bonhoeffer a los escritos confesionales luteranos. No perteneció al ala confesional más estricta del luteranismo, en la que se encontraba su primo Hermann Sasse, pero el aprecio por las confesiones de fe es en su obra de una singular constancia. Por supuesto que Bonhoeffer no fue vagamente “evangélico”: pero no porque fuera un militante cerrado de alguna escuela teológica contemporánea, sino porque era luterano.

Y eso explica el tenor de su relación tensa con el mundo “evangélico”. Quien quiera formarse una impresión al respecto, tiene que leer los informes de Bonhoeffer tras sus dos estadías en Estados Unidos, en particular el segundo, titulado “Protestantismo sin Reforma”. Porque ahí uno lo encuentra enfrentando con crítica y aprecio el mundo evangélico, y la crítica que ahí se encuentra no es la de un “liberal”, sino precisamente la de un cristiano “confesional” (por flexible que fuese su confesionalismo): del “protestantismo sin Reforma” le preocupa que difícilmente entenderá lo que son “un sermón, una confesión, un dogma, una iglesia, la comunión”. Pero la suya no es la crítica arrogante del que desde una “iglesia histórica” mira hacia abajo al resto. Confrontado con el protestantismo norteamericano bien sabe que “nadie puede ser justo con estas iglesias mientras que las evalúe a partir de la teología de las mismas”. Y tal diálogo genuino entre las iglesias de la Reforma y el protestantismo sin Reforma le importaba en grado sumo: lo califica en este ensayo como “la tarea decisiva de hoy”.

Si se quiere responder hoy de modo positivo a esa tarea, lo que se debe hacer es cambiar de pregunta. La pregunta no es “¿fue Bonhoeffer (o quien fuere) evangélico?” La pregunta es “¿está el mundo evangélico dispuesto a oír a quienes le hablan desde el resto de la tradición cristiana?” Pocos sugerirán que Bonhoeffer debe ser el único faro que oriente la labor teológica de los evangélicos; pero con su crítica cercanía sí puede ser un caso privilegiado para ver cómo se responde a dicha pregunta.

lunes, 4 de septiembre de 2017

Reflexiones cortas: "Derecho irrenunciable"

Estaba pensando en la diferencia entre "derecho", "deber" y "derecho irrenunciable". Es interesante notar que la distinción actual entre deber y derecho esté en la percepción de quién es el beneficiado. En ese sentido, cumplir la Ley de Dios no es un deber, sino un derecho. ¿Un derecho irrenunciable? Desde otro punto de vista, podemos distinguir si es derecho o deber dependiendo de quién le exige a quién.

En esa sintonía, dentro del marco luterano, los amigos de la teología de la liberación hablan de superar la Ley y que la gracia del Evangelio es la liberación de los oprimidos, y que en su vocación profética son portavoces del Evangelio, de la gracia. Se engañan a sí mismos, disfrazando sus luchas políticas como si de la proclamación del Evangelio se tratara, cuando lo que hacen es proclamar la Ley.

No es que la proclamación de la Ley esté mal. Al contrario, la recomiendo profundamente, igual que Lutero. Lo que critico es la hipocresía y el descuido de doctrinas luteranas tan relevantes. ¿Ley sería, entonces, la lucha política del "opresor" (el otro) y Evangelio la lucha política del "oprimido" (yo)? ¿Qué tipo de maniqueísmo es ese? Al final no son más que sepulcros blanqueados.

martes, 22 de agosto de 2017

Reflexiones cortas: Paradoja de la salvación

La paradoja de la salvación, es que los salvos no buscan salvarse.

Leamos Mc.8:35: "Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí y del evangelio, la salvará."

Muchas veces se interpreta que se ha de perder la vida del cuerpo y salvar la vida del alma, pero recordemos que la Biblia no ve el alma y el cuerpo de forma separada y por lo mismo creemos en la resurrección del cuerpo. Si vamos al idioma original del texto, el griego, en ambos casos Marcos usa la palabra ψυχή (psyché), que se puede traducir como "vida" o como "alma".

El que quiere salva su alma, la perderá.

jueves, 27 de julio de 2017

Ser cristiano y Pro-Vida en el siglo XXI, a la luz de las escrituras

Ser Pro-Vida, es hacer uso de todos los medios disponibles para lograr preservar lo más importante para un ser humano, la vida. Este ejercicio se realiza preferentemente, antes de nacer. Las personas que se identifican con estas consignas, por lo general provienen de trasfondos judeocristianos. Esto dado que, la tradición judía, le da un lugar privilegiado dentro de su praxis cultural. Para muchos de ellos, es la propagación de la raza. Significa un aumento en la cantidad de miembros de la familia y eso trae consigo la posibilidad de acaudalar riquezas/posiciones o tener mayor contingente militar en caso de guerras. Es más, dentro de la cultura hebrea, incluso, se adaptaban niños y niñas que eran abandonados por los greco-romanos y se criaban como si fueran sus propios hijos o hijas.

Uno de los temas que en la actualidad tiene un tanto polarizado al país, es el del aborto. Hace unos días, se aprobó la ley que lo despenaliza en tres causales. En las redes sociales abundaban mensajes fatalistas, que anunciaban un apocalipsis abortista. Más allá de la posición que sostenga el lector al respecto, me gustaría invitarle a revisar una perspectiva bíblica un tanto alternativa al tema, que intenta ampliar el sentido de lo que comúnmente se entiende. Revisaremos entonces algunos pasajes de la escritura.

El salmista exclama:
Porque tú formaste mis entrañas;
Tú me hiciste en el vientre de mi madre.
Te alabaré; porque formidables, maravillosas son tus obras;
Estoy maravillado,
Y mi alma lo sabe muy bien.
No fue encubierto de ti mi cuerpo,
Bien que en oculto fui formado,
Y entretejido en lo más profundo de la tierra.
Mi embrión vieron tus ojos,
Y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas
Que fueron luego formadas,
Sin faltar una de ellas.
Salmos 139:13-16 (RVR1960)
El profeta Jeremías decía:
Antes que te formase en el vientre te conocí, y antes que nacieses te santifiqué, te di por profeta a las naciones.
Jeremías 1:5 (RVR1960)
Así mismo, Job señalaba:
Tus manos me hicieron y me formaron;
¿Y luego te vuelves y me deshaces?
Acuérdate que como a barro me diste forma;
¿Y en polvo me has de volver?
¿No me vaciaste como leche,
Y como queso me cuajaste?
Me vestiste de piel y carne,
Y me tejiste con huesos y nervios.
Vida y misericordia me concediste,
Y tu cuidado guardó mi espíritu.
Job 10:8-12 (RVR1960)
En tanto que Lucas en su evangelio indica:
Y aconteció que cuando oyó Elisabet la salutación de María, la criatura saltó en su vientre; y Elisabet fue llena del Espíritu Santo,
Lucas 1:41 (RVR1960)

Claro está que podrían citarse muchos más textos respecto al tema, pero dada la extensión nos limitaremos sólo a esos. Ahora bien, hay un clásico principio evangélico para la hermenéutica, a saber: La Biblia se interpreta a sí misma. De esta manera, les invito a revisar algo que estipula el autor [Desconocido, ¿Apolos?] de Hebreos:
Y por decirlo así, en Abraham pagó el diezmo también Leví, que recibe los diezmos; porque aún estaba en los lomos de su padre cuando Melquisedec le salió al encuentro.
Hebreos 7:9-10 (RVR1960)
¿Qué quiere decir que Abraham llevaba en su cuerpo a sus descendientes?  Según indica el texto Leví estaba en el cuerpo de Abraham y asumimos que también Jesús. Claro, esta exclamación en la posmodernidad nos parece irrisoria, pero en el entendimiento precientífico de la época, era una realidad que se aceptaba abiertamente. Entonces, es pertinente cuestionarnos: ¿La concepción de vida en el pueblo hebreo es la misma que sostenemos hoy?, ¿Cuándo comienza realmente a la luz del texto?, ¿Vivimos realmente bajo esos principios?, ¿Cómo entendemos la vida desde nuestra realidad contemporánea y qué acciones concretas tomamos para defenderla no sólo antes de nacer?

Es cierto que veces nos acaloramos en discusiones y argumentamos con el texto bíblico nuestras posiciones, con este artículo, quería humildemente aportar al entendimiento de la Biblia, y eximir a la tradición cristiana y su texto sagrado de ciertos malos usos que se han hecho. Nuestras posiciones (teo-políticas) y nuestros prejuicios no pueden justificarse con las palabras de liberación contenidas en nuestras Sagradas Escrituras. Para terminar, dejo las palabras del destacado teólogo presbiteriano Thomas Hanks (2012), quien afirma:

“Los que se oponen al movimiento por abortos “legales, seguros y pocos” no pueden partir de citas bíblicas que afirman la existencia de vida humana antes del nacimiento, porque las citas bíblicas también suponen que la vida humana existe en el semen aún siglos antes de la concepción.” (p.287)

martes, 25 de julio de 2017

Teología de la Cruz desde la parábola del Trigo y la Cizaña

Mateo 13:24-30Reina-Valera 1960 (RVR1960)

Parábola del trigo y la cizaña

24 Les refirió otra parábola, diciendo: El reino de los cielos es semejante a un hombre que sembró buena semilla en su campo;
25 pero mientras dormían los hombres, vino su enemigo y sembró cizaña entre el trigo, y se fue.
26 Y cuando salió la hierba y dio fruto, entonces apareció también la cizaña.
27 Vinieron entonces los siervos del padre de familia y le dijeron: Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde, pues, tiene cizaña?
28 El les dijo: Un enemigo ha hecho esto. Y los siervos le dijeron: ¿Quieres, pues, que vayamos y la arranquemos?
29 El les dijo: No, no sea que al arrancar la cizaña, arranquéis también con ella el trigo.
30 Dejad crecer juntamente lo uno y lo otro hasta la siega; y al tiempo de la siega yo diré a los segadores: Recoged primero la cizaña, y atadla en manojos para quemarla; pero recoged el trigo en mi granero.


Mateo 13:36-43Reina-Valera 1960 (RVR1960)

Jesús explica la parábola de la cizaña

36 Entonces, despedida la gente, entró Jesús en la casa; y acercándose a él sus discípulos, le dijeron: Explícanos la parábola de la cizaña del campo.
37 Respondiendo él, les dijo: El que siembra la buena semilla es el Hijo del Hombre.
38 El campo es el mundo; la buena semilla son los hijos del reino, y la cizaña son los hijos del malo.
39 El enemigo que la sembró es el diablo; la siega es el fin del siglo; y los segadores son los ángeles.
40 De manera que como se arranca la cizaña, y se quema en el fuego, así será en el fin de este siglo.
41 Enviará el Hijo del Hombre a sus ángeles, y recogerán de su reino a todos los que sirven de tropiezo, y a los que hacen iniquidad,
42 y los echarán en el horno de fuego; allí será el lloro y el crujir de dientes.
43 Entonces los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre. El que tiene oídos para oír, oiga.


La parábola del trigo y la cizaña es de las parábolas más conocidas. Es relevante entenderla dentro de las distintas parábolas e ilustraciones que hablan de la Iglesia como un campo de trigo, o como un viñedo, o como parte de la vid verdadera, Jesucristo. Pueden leer al respecto en 13° La Iglesia: campo, trigo y viña del Señor. Es importante destacar que lo que más enfatizan las ilustraciones basadas en la agricultura es que como seguidores de Cristo hemos de dar fruto visible, pero que al mismo tiempo hemos de ser pacientes hasta la segunda venida del Señor.

Acá quiero profundizar sobre esta parábola desde la teología luterana, la teología de la cruz. Martín Lutero, siendo agustino, presentó la teología la cruz como contrapuesta a lo que él llamaba la teología de la gloria, que hace teología desde la razón humana, desde las obras y el poder humano. En cambio, el centro de la teología de la cruz está en la gracia y amor de Dios manifestado en la cruz, en la que se muestra débil y fracasado, justamente donde nadie buscaría al Dios todopoderoso.

Perspectivas desde la teología de la gloria

Es muy fácil interpretar la parábola del trigo y la cizaña desde la perspectiva de "la gloria y la santidad". El trigo sería la Iglesia (nosotros) y el mundo la cizaña (los otros). Los que estamos dentro de la Iglesia somos los hijos de Dios, que resplandeceremos en el reino, y los de afuera, los del mundo, son hijos del diablo y malditos que se quemarán en el infierno. ¡Y hay que mantenerse puros y no contaminarse con el mundo!

Desde los primeros siglos, dentro de la Iglesia surgieron posturas "de la gloria y la santidad", como fue el caso de los montanistas. De forma resumida y caricaturizada, fueron un movimiento de renovación de la Iglesia que surgió en el siglo II d.C. y que después fue tachado de "herejía". Eran los carismáticos de la época. Arrebatados por el Espíritu Santo, insistían en la inminente segunda venida de Cristo, y que la Iglesia, como esposa de Cristo, debía estar pura, santa y sin mancha esperando la venida del Señor. Aquello implicaba exigir como obligatoria una piedad estricta de ascetismo, privaciones, oraciones y ayunos, y que quienes no la cumplieran debían ser expulsados de la Iglesia. Esto es, mantener el campo de la Iglesia libre de cizaña.

También está el novacianismo en el siglo III d.C y el donatismo en el siglo IV d.C., que en términos generales recriminaban a quienes a causa de la persecución no fueron lo suficientemente fieles, renegando de su fe en Cristo para no ser condenados a muerte, por ejemplo. Aunque volvieran arrepentidos, o indicando que era una mentira blanca para salvarse, no debían ser re-admitidos. Hubieron muchos re-admitidos y los donatistas simplemente no consideraban válidos los sacramentos que éstos podrían oficiar, ni respetaban su autoridad. Tanto el novacianismo como el donatismo fueron considerados como "herejía".

Estos problemas, junto a muchos otros que ponían en riesgo la unidad de la Iglesia antigua, hicieron que esta se institucionalizara cada vez más, insistiendo en la autoridad de la jerarquía y un sistema de penitencias cada vez más complejo. ¿Cómo hacer para demostrar que se es trigo, o que si era cizaña ahora se ha vuelto trigo, para poder se aceptado de nuevo en el santo y puro campo de trigo? Si bien la Iglesia institucionalizada rechazaba tales movimientos de "fanatismo" y "purificación" de la Iglesia, también buscaban purificarse queriendo mantener la ortodoxia y expulsando y persiguiendo a los "herejes". De todas formas, la inquietud por la pureza de la Iglesia se mantuvo. Sabemos que en la Edad Media se fue intensificando el énfasis en las obras humanas, en la autoridad divina de la jerarquía eclesiástica y la infalibilidad del Papa, las indulgencias, la inquisición, y muchos abusos que sabemos son parte de uno de los momentos más oscuros y corruptos de la Iglesia. Los mismos que se mostraban como autoridad y quemaban a herejes e inmorales, tenían vidas mafiosas y moralmente escandalosas, utilizando su autoridad a favor de sus propios deseos de poder dentro del imperio romano.

Recordemos que en el siglo XI fue el Cisma de Oriente, que marca la división entre la Iglesia romana (occidente) y la Iglesia ortodoxa (oriente), y que entre el siglo XIV y XV se da el Cisma de Occidente, en el que dentro de la Iglesia romana hay 3 Papas disputándose entre ellos el poder de todo occidente.

Hoy son muchos los movimientos de corte carismático con una lectura como esta, llamando a retirarse del mundo y enfatizando en las obras y las muestras visibles del espíritu, condenando todo lo que se escape de su santona moralidad. Pero no solo ellos, sino que del polo opuesto también. En la teología de la liberación insisten en la evidente separación entre oprimidos y opresores, y que la Iglesia ha de optar por los oprimidos y revolucionarse en contra de los opresores y del sistema demoníaco dirigido por empresarios y políticos. Dos caras de la misma moneda, desde la perspectiva de la gloria.

Corpus Permixtum e Iglesia Invisible

Es ante movimientos como el montanismo, el novacianismo y el donatismo que en el siglo IV San Agustín insiste en que la Iglesia es un Corpus Permixtum (cuerpo mezclado), en el que hay tanto trigo como cizaña. La parábola habla principalmente de la Iglesia, que tiene tanto trigo como cizaña. Como dice el dicho popular: "hay de todo en la viña del Señor".

La Iglesia es santa, como dicen los credos de fe, pero no porque nosotros seamos santos y puros, sino porque la Iglesia es el cuerpo de Cristo, que es su cabeza. Por pura gracia y no por nuestras obras, Cristo nos hace parte de la comunión de los santos, a pesar de nuestro pecado.

Ante la crisis en el siglo XIV, Juan Wiclef habla de que la Iglesia verdadera es la Iglesia invisible, a diferencia de la Iglesia visible. Aquellos que se proclaman como cabeza de la Iglesia, pero que andan excomulgando y quemando gente, no son sino personas que se quieren poner en el mismo lugar de Dios. ¡Cristo es la cabeza de la Iglesia y solo Él juzga! La Iglesia invisible está conformada por todos aquellos que realmente siguen a Cristo, habiendo en la Iglesia visible tanto cristianos aparentes como verdaderos. Wiclef llama a una vuelta al agustinismo centrado en la gracia de Dios y no en las obras humanas, indicando que se debe criticar a la autoridad eclesial si esta va en contra de lo revelado en las Sagradas Escrituras. Wiclef fue considerado "hereje" de forma póstuma y su cadáver fue quemado. Jan Hus, que sostuvo sus ideas, fue quemado en la hoguera vivo.

Martin Lutero, de la orden agustina, en el siglo XVI se basaría tanto en la doctrina del Corpus Permixtum como de la Iglesia Invisible. No fue llevado a la hoguera simplemente por el apoyo que tuvo de los príncipes, en la incipiente Edad Moderna que pone fin al imperio y a la Edad Media, a favor de los Estados nacionales modernos.

El énfasis de la parábola del trigo y la cizaña es que, aunque para los ángeles parecía evidente y visible cuáles plantas eran la cizaña y cuáles de trigo, Dios dice: "Dejad crecer juntamente lo uno y lo otro hasta la siega". Aquellos que saben algo del campo, saben que la maleza hay que sacarla cuanto antes para que la plantación crezca con fuerza y sana. Aunque pareciera evidente cuál planta es trigo y cuál es cizaña, Dios dice: "No, no sea que al arrancar la cizaña, arranquéis también con ella el trigo."

Esto nos recuerda a pasajes que ilustran la Iglesia y el juicio de Dios desde la ganadería, como la parábola de la oveja perdida (Lc.15:1-7; Mt.18:10-14), en el que Dios deja a sus 99 ovejas por ir a buscar tan solo 1 oveja que se le había descarriado; o el juicio en Mt.25:31-46, donde es Cristo quien separa entre ovejas y cabritos. Recibe a las ovejas por que le atendieron cuando estaba en necesidad y rechaza a los cabritos porque lo ignoraron cuando más los necesitaba. "¡¿Cuándo?!" responden tanto las ovejas como los cabritos. Efectivamente, Cristo está presente en la Iglesia y en quienes nos necesitan, a pesar de que ante nuestros ojos solo veamos personas, maldad y corrupción. Será el Señor, en su debido tiempo quien separe entre trigo y cizaña, entre ovejas y cabritos, y recién ahí será visible y manifiesta la justicia y santidad de los hijos de Dios, del cuerpo de Cristo. Cualquiera que juzgue e intente separar el trigo de la cizaña, se pone en el lugar de Dios y se vuelve, por lo tanto, en su enemigo, en el anti-cristo.

De forma similar a los cabritos, en el Sermón del Monte se habla de quienes llaman a la puerta del Señor diciendo: "¡Señor, Señor, ábrenos! [...] Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? [...] Delante de ti hemos comido y bebido, y en nuestras plazas enseñaste." Pero Cristo responde: "Nunca os conocí" (Mt.7:21-23; Lc.13:25-27). Hay quienes creen que por estar en la Iglesia y tener muestras visibles de fidelidad a Cristo, creen que tienen derecho ante Dios, a diferencia de "los otros". A tales rechaza Dios.

Para leer más sobre este tema, recomiendo los siguientes artículos:
Así como en la parábola de la oveja perdida, en la parábola del trigo y la cizaña Dios parece estar dispuesto a arriesgar todo el campo por no correr el riesgo de que tal vez 1 sola plantita de trigo sea cortada de forma equivocada. ¡DIOS ESTÁ LOCO! Esto es esencial en la teología de la cruz de Lutero, que crítica la razón y las apariencias que valora el humano.

Teología Luterana y Teología de la Cruz

Un eje de la teología luterana, que hoy no se enseña lo suficiente, es la idea de la consubstanciación en la Santa Cena. Esto es, que en el pan y en el vino también está presente el cuerpo y la sangre de Cristo. Esto es distinto a la transubstanciación que enseñan los romanos, que el pan deja de ser pan y se convierte en cuerpo, y que el vino deja de ser vino y se convierte en sangre. Así mismo, es distinto a lo que enseñan otros protestantes, de que Cristo está en el cielo y el pan y el vino no son más que símbolos. La idea de la consubstanciación se basa en el argumento luterano "finiti capax infiniti": lo finito es capaz de lo infinito. 

¿Qué relevancia tiene esto? Pues mucha. Habla de la valoración que tiene el luteranismo de la creación de Dios y del mundo, del cual somos parte. La Santa Cena habla de la Iglesia, que es el cuerpo de Cristo. Aunque seamos parte del cuerpo de Cristo, seguimos siendo pan, seguimos siendo personas humanas de carne y hueso. Y aunque seamos justificados y santificados en Cristo, seguimos siendo pecadores. Como dice la doctrina luterana "simul iustus et pecattor": al mismo tiempo justos y pecadores.

La venida de Cristo no viene a condenar el mundo, sino a renovarlo. Por eso que el pan sigue siendo pan. La esperanza cristiana de la segunda venida de Cristo y la plena instauración del reino de Dios, no trata de almas escapándose a un mundo mejor, ni que dejemos la creación a su suerte y sea destruída, sino que seremos renovados como creaturas de Dios. ¡La creación gime a una esperando la manifestación de los hijos de Dios! (Rom 8:20-23). La vida en Cristo de ninguna forma nos llama a separarnos del mundo y juzgarlo, sino a que veamos cuan unidos estamos del mundo y de la creación.

Jesucristo vivió sirviendo a todos y murió en la cruz por todo el mundo. Pidió que Dios perdonara a quienes le estaban asesinando, y de seguro que no todos ahí se arrepintieron y muchos serán condenados por Dios como cizaña, aunque solo Dios sabe eso. Así mismo, como cuerpo de Cristo hemos de entregarnos sin mirar a quién. Hemos de ser una Iglesia mundana, preocupada por lo ue ocurre en el mundo, tomando en serio el sufrimiento de Cristo en el mundo. Por ningún motivo hablo de vivir desenfrenadamente, sino que tomemos en serio la Encarnación y la Cruz de Dios en este mundo.

Jesucristo, cuando vino a este mundo, no se identificó con quienes podían considerarse a sí mismos como el trigo, sino que se juntó con la cizaña. Así mismo, fue condenado y crucificado como cizaña. Aunque existiera la posibilidad de que toda la cizaña crucificada anteriormente haya sido efectivamente cizaña, aquí ha sido arrancada y crucificada 1 plantita de trigo.

Jesucristo, cuando vino a este mundo, se juntó con la cizaña y fue crucificado como cizaña. Así mismo, cada vez que juzgamos estamos crucificando a Cristo mismo y no hemos de sorprendernos cuando nos toque escuchar: "Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber; fui forastero, y no me recogisteis; estuve desnudo, y no me cubristeis; enfermo, y en la cárcel, y no me visitasteis."