sábado, 14 de mayo de 2016

Buenas Obras, una Gracia de Dios (4)

Muchos han insistido en que el discípulo de Cristo no debe preocuparse de que el resto tenga fe en su Señor, sino que simplemente de obrar a favor de la justicia, como lo hizo Jesús. Otros tantos apuntan que no es nuestra misión lo social, sino que evangelizar y exponer la Biblia.

¡Qué estupidez! ¿Cómo se ha llegado a tal ilusorio conflicto entre lo material y lo espiritual? Jesús hizo ambas cosas. Predicó de Dios y su reino al mismo tiempo que sanó y sirvió. El servicio y las obras mismas proclaman al Señor y cuando alguien se convierte a Él y aprende de su Palabra, se hace el mayor de los servicios sociales. Dios, al encarnarse en Jesucristo, hizo indiscutible que lo espiritual es material y social.

Si hacemos caso omiso del mundo traicionaremos la palabra de Dios, la cual nos demanda que sirvamos al mundo. Y, si hacemos caso omiso de la palabra de Dios, no tendremos nada que ofrecer al mundo.

Debemos hacer todo lo que está en nuestras manos para solucionar los problemas y sufrimientos de la gente, sin restricción alguna, pero sabemos también que esos males son solo síntomas de algo más profundo. El cáncer no se va curando con analgésicos ni curando los síntomas, sino extirpándolo. Así mismo, nunca gozaremos de verdadera justicia en este mundo si no nos convertimos a Aquél que extirpa el pecado del mundo y mata a la muerte.

La conversión social solo se da si sus integrantes se convierten a Dios. Y si sus integrantes se convierten a Dios, tendrán un impacto social. Otra cosa es una ilusión.

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