viernes, 20 de mayo de 2016

Buenas Obras, una Gracia de Dios (7)

Al aseverar que es la fe, llena de buenas obras, la salvación misma que anhelamos, y que ésta es gracia y don de Dios... surgen varias interrogantes e incongruencias.

¿Cómo juzga Dios al mundo? ¿Por qué hay gente perdida, que no tiene el don de la fe? ¿Dios no quiere su salvación? Así mismo... ¿qué espera Dios para el día de juicio, resurrección y salvación plena?

¿Será cierto que Dios predestina a algunos de forma irresistible a la salvación y a otros los predestina insalvablemente a la perdición? ¿Es el mal de muchos voluntad de Dios? ¿Qué poder tiene el pecado, la muerte o el diablo contra Dios? ¿No es Dios todopoderoso?

La Biblia responde clara y repetidamente: Dios no quiere la muerte de los que mueren, quiere que todos sean salvos. Con esto se derriba fácilmente la idea calvinista de la doble predestinación.

El arminiano se levanta contra la idea calvinista y dice: la fe no es don de Dios. La fe es la voluntad humana, en nuestro libre albedrío, con la que uno colabora para obtener la salvación regalada por Dios. El humano no es marioneta de Dios ni es Dios un despiadado monarca que nos manipula en su juego de títeres. El humano es libre para aceptar o rechazar a Dios.

Pero yo, como luterano, no me importa más que enfatizar que Dios es amor y confieso tanto que la fe es don de Dios, como que Dios quiere la salvación de todos. Así mismo, el cristiano solo haya su libertad en Cristo. Nuestra voluntad o albedrío no es libre, sino determinado por el pecado.

¡¿Cómo?! Entonces, al perderse gente, todo indica que.... ¿Dios no es todopoderoso? ... ... Si así fuera, viva yo siempre engañado y no se me ocurra dejar a mi Dios en ridículo. Todo sea para glorificarle y que solo Él sea glorificado.

Así como Dios, en su misericordia, no se aferró a su grandeza y se encarnó en Jesús débil y dependiente, así también ha tenido la gracia de no actuar a través de sus ángeles, sino que quiere actuar a través (y a pesar) de nosotros y que seamos nosotros los que le proclamemos. La fe será, entonces, fruto del oír la Palabra de Dios, que es la que actuará en el corazón del oyente y le librará con su infinito poder. Amén. Gloria a Dios.

¿Que me enredo y contradigo? ¿Qué más quieres, si soy solo un pecador? Tal vez no pueda responder a todas las preguntas acá planteadas, y oro cada día más fuerte a Dios para que su nombre sea santificado y venga su reino, para que su voluntad y justicia sean plenas en la tierra... ¡¿qué esperas, Dios, si tú tienes el poder?! Mi razón y mi ética acusan a Dios de negligente e injusto. Es entonces que el amor me llama a volverme loco y ciego, y que como un niño de pecho me entregue sin más a los brazos de mi poderoso y amoroso progenitor. ¡Es entonces que uno tiene fe! Si fuera por razón o por ética, no sería por fe.

¡Cuan grande eres, oh Dios, que dejas en ridículo a los sabios y justos, manifestándote en niños, en locos y en pecadores! Que lo único que queramos sea depender completamente de ti, que nos volvamos a ti y te sigamos hacia la cruz. En ella nos muestras el camino.



Lecturas recomendadas
Efesios 2:8; 2 Pedro 3:9; 1 Timoteo 2:4; 1 Juan 2:2; Ezequiel 18:32; Rom 10:17; 1 Corintios 12:9; Lucas 10:21, Mateo 18:3

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