viernes, 1 de agosto de 2014

13° La Iglesia: campo, trigo y viña del Señor

Volverán y se sentarán bajo su sombra; serán vivificados como trigo, y florecerán como la vid; su olor será como de vino del Líbano.
(Oseas 14:7)
Así como la ganadería, la agricultura también era un pilar fundamental de la economía y cultura del Israel bíblico. Se usan términos de la agricultura para explicar muchas cosas, entre ellas la Iglesia. Sin embargo, las referencias a la Iglesia en términos agrícolas son mucho menos coherentes y muchas más que las referencias en términos ganaderos que, como vimos en la entrada anterior, calzan todas con la profecía en Ezequiel 34. Los término agrícolas se usan, más que para hablar de la Iglesia misma, para profecías y parábolas relacionadas a la segunda venida de Cristo y al Reino de los Cielos, que suelen estar fuertemente ligadas al calendario luni-solar de los hebreos, marcado por las fiestas agrícolas. Por todas estas cosas es que no podré abarcar el tema en su totalidad, intentado señalar resumidamente la mayor cantidad de ilustraciones, rescatando lo esencial en el espíritu de esta serie.

Las 7 fiestas anuales (Dt.16:1-17; Ex.23:14-17, 34:18-24; Lev.23; Nm.28:16-29:40) se separaban en dos épocas:
  • época de siega: fiesta de Pascua, Panes sin levadura, Gavilla mecida de las primicias y Pentecostés
  • época de cosecha: fiestas de Trompetas, Día del perdón y fiesta de los Tabernáculos.
Ya sabemos que las fiestas de la siega calzan con los eventos de la muerte y resurrección de Cristo, y con la promesa del Espíritu Santo. Sucesos del libro de Apocalipsis y de varios profetas del Antiguo Testamento se estructuran en relación a este ciclo, haciendo eco con varios pasajes de los evangelios. Por ejemplo, cuando se habla de “gran tribulación”, se entendía como “gran trilla”. Trillar no es otra cosa sino triturar en el suelo las gavillas del trigo o cebada para separar el grano de la paja, y en latín se decía tribulare, palabra de la cual proviene “tribulación”. Hoy todos estos pasajes nos son complejos, pero habrá sido muy simple para la gente humilde y de campo a la cual se dirigían (Lc.12:56, 21:29-30; Mt.16:2-3; Stgo.5:7), quienes dependían de la tierra y del clima, viviendo aquella profunda conexión con la creación (Gen.2:7). Me gustaría aprender más acerca de aquella cultura agrícola hebrea, para entender más aquellos pasajes.

Todavía haciendo referencia a las fiestas agrícolas, se dice que luego de Pascua y la muerte de Cristo, su resurrección coincide con la gavilla de primicias (primer cereal que se segaba, generalmente cebada y después venía el trigo), lo que hace alusión a su primogenitura y que nosotros también resucitaremos. Se habla igual del Espíritu Santo como primicias de lo que ha de venir y que hemos de ser primicias de la creación (1Cor.15:20-23; Rom.8:22-23,11:16; Stgo.1:18).

Por lo general, en casi todas estas ilustraciones, se relaciona a la Iglesia con el campo de trigo. Eso se ve con claridad en la parábola del trigo y la cizaña (Mt.13.24-30,36-43). Dios planta el trigo (sus hijos), pero entremedio aparece la cizaña, la hierba mala, “y los siervos le dijeron: ¿Quieres, pues, que vayamos y la arranquemos? Él les dijo: No, no sea que al arrancar la cizaña, arranquéis también con ella el trigo. Dejad crecer juntamente lo uno y lo otro hasta la siega; y al tiempo de la siega yo diré a los segadores: Recoged primero la cizaña, y atadla en manojos para quemarla; pero recoged el trigo en mi granero”. Aquí vemos que en el mundo convivimos crédulos e incrédulos, pero que será el Padre que en su tiempo juzgue. Así mismo, esta parábola da pie a la idea luterana (herencia agustiniana) del corpus permixtum, en que la comunidad cristiana, la iglesia visible, tienen tanto cristianos verdaderos como aparentes. Pero no hemos de distinguir nosotros ni hemos de juzgar, sino que hemos de ser pacientes (Stgo.5:7) y entregados con todos, para que seamos como nuestro Padre “que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos” (Mt.5:45).

Respecto al trigo, también recordamos que Jesús dice a sus discípulos: “De cierto, de cierto os digo, que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto” (Jn.12:24-25; Mt.16:24-25; Lc.14:26-27). Y de forma similar habla la parábola del sembrador (Mt.13:1-9, 18-23; Mr.4.1-9,13-20; Lc.8.4-8,11-15), según la cual hemos de escuchar efectivamente la Palabra, ser fieles a ella en la dificultad y renunciar a la vida que ofrece este mundo, para que demos fruto. El Evangelio nos exige conversión y buenas obras, frutos que ayuden a esparcir su Palabra (Mt.7:15-20; Lc.6:43-44) (Lc.13:6-9) (Mt.21:19; Mc.11:13-14) (Ti.3:14) y dice que “cosecharemos lo que sembramos” (Prov.20:4, 22:8; Os.10:12; Gal.6:7; 2Cor.9:6-7), pero tengamos claro que el crecimiento y el fruto son obra del Señor (Mc.4:26-29; 1Cor.3:6-9; 2Cor.9:8-15) y que nosotros somos como tierra seca sedienta de su Palabra (Is.44:3-4, 55:10-11; Sal.63:1, 143:6). Tanto la parábola del sembrador, como la del trigo y la cizaña, se encuentran en Mateo 13, capítulo en el que Jesucristo predica el Reino de Dios a través de estas y más parábolas, como la parábola de la semilla de mostaza (Mt.13:31-32; Mr.4.30-32; Lc.13.18-19), la parábola de la levadura (Mt.13:33; Lc.13:20-21), la parábola del tesoro escondido en el campo (Mt.13:44) y otras que ya se escapan del tema, aunque siguen apegadas a los oficios comunes de la gente y a entregarse por completo al Evangelio.

Profundizando todavía en los frutos que hemos de dar, comparto las siguientes palabras:
Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador. Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto. […] Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer. […] En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos. Como el Padre me ha amado, así también yo os he amado; permaneced en mi amor […] Este es mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como yo os he amado.
Este pasaje se engloba en el discurso final de Jesucristo en el evangelio según Juan, junto al cual también celebra su Última Cena y habla sobre el discipulado (entrada 8°). Esta ilustración es símil a las que hemos visto en las últimas 2 entradas, en que el cuerpo ha de estar unido a su cabeza y el rebaño guiado por su pastor… acá las ramas o pámpanos solo han de dar fruto si están unidos a la vid: Jesucristo.

La imagen de la vid verdadera da un sentido distinto a varias imágenes ya usadas en otros pasajes. Habla de una vid, siendo que se suele hablar de viña. Dice que el Padre es el labrador, aunque en más de una parábola el Señor de la viña tiene labradores, entendiéndose muchas veces que los que trabajan en la Iglesia somos los obreros de su viña (Mt.20:1–16) o de su campo de trigo (Mt.9:37-38; Lc.10:2; Jn.4:35-38). También se usan estos conceptos para referirse a cómo la nación hebrea rechazó los preceptos de Dios y a Cristo, dejando Dios de cuidar su viña (Is.5:1-7) y quitando la viña a los labradores malvados para dársela a otros (Mc.12:1-12; Lc.20:9-19). Siguiendo con este tema, en Juan 4:35-38 dice Jesús en Samaria (que no era considerado parte de Israel) que “os he enviado a segar lo que vosotros no labrasteis; otros labraron, y vosotros habéis entrado en sus labores” (v.38) “para que el que siembra goce juntamente con el que siega” (v.36), pudiéndose entender que habla de cómo hemos sido injertados en la descendencia de Abraham (Rom.11:11-24) (entrada 6°). En aquel pasaje de Romanos, Pablo aporta más ideas a la imagen de la vid verdadera, aunque por el contexto cultural habla de un olivo en vez de una vid. Agrega que “si la raíz es santa, también lo son las ramas” (v.16) y que “no te jactes contra las ramas; y si te jactas, sabe que no sustentas tú a la raíz, sino la raíz a ti” (v.18).


¡Oh Señor! ¡Ayúdanos a entender con cuánta riqueza nos hablas en la Biblia, y la conexión especial que tenemos con la naturaleza! ¡Ayúdanos a comprender la multitud de consejos en tus Escrituras, y a no caer en falsas interpretaciones! ¡Ayúdanos a esperar con paciencia tu segunda venida, dando fruto y entregándonos al mundo entero! ¡Ayúdanos a mantenernos unidos a ti, nuestra única vid verdadera! Amén.

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