sábado, 16 de agosto de 2014

15° La Iglesia: edificio y templo de Dios


En la última entrada pudimos ver cómo en 1Cor.3, Pablo habla de la Iglesia como labranza y como obreros, pero también dice que somos un edificio. Los términos relacionados a la construcción son muy usados por Pablo, quien constantemente dice que hemos de edificarnos los unos a los otros y estar bien cimentados (1Cor.14:12,26; Col.1:23-24; 1Cor.8:1; Ef.3:17,4:16). Y es en este sentido que se presenta la imagen del edificio como crítica ante las divisiones dentro de la comunidad, especialmente al entender que el fundamento sobre el cuál está cimentada la Iglesia es solo uno: Jesucristo (1Cor.3:11; Ef.2:20-22; Sal.118:22; Mt.21:42-44; Mr.12:10; Lc.20:17-18; Hch.4:11; 1Pe.2:4; Rom.9:33; Is.8:14). Jesús de Nazareth no solo es aquella roca firme que nos da vida y seguridad (Ex.17:5-6; 1Cor.10:4; 2Sam.22:2; Is.17:10), sino que será causa de fracaso para aquellos que la ignoran. Como dice Cristo mismo al terminar el sermón del monte:
Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca. Descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y golpearon contra aquella casa; y no cayó, porque estaba fundada sobre la roca. Pero cualquiera que me oye estas palabras y no las hace, le compararé a un hombre insensato, que edificó su casa sobre la arena; y descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y dieron con ímpetu contra aquella casa; y cayó, y fue grande su ruina. (Mt.7:24-27; Lc.6.46-49)
Efectivamente es Cristo, su Palabra, su Espíritu, su Evangelio la base unificadora de la Iglesia, razón por la cual podemos decir que Simón es llamado Cefas o Pedro (piedra en arameo y griego respectivamente Mt 16:18; Juan 1:42). Simón Pedro confiesa que Jesús es el Cristo, el Salvador (Mt.16:13-20; Mr.8:27-30; Lc.9:18-21), y en la versión de Mateo se especifica que luego de esto Cristo le dice: "sobre esta roca edificaré mi Iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos..." (v.18-19). El Padre pone la Buena Nueva en el corazón y boca de Simón Pedro y así lo hace parte de su edificio, así como hace con cada uno de nosotros al confesar a Cristo, haciéndonos ciudadanos de su Reino y dándonos la llave de la salvación. Nótese que al decir "sobre esta roca edificaré la Iglesia", Cristo ha de ser referencia a sí mismo, como Hijo de Dios. Como dice Pedro:
Acercándoos a él, piedra viva, desechada ciertamente por los hombres, mas para Dios escogida y preciosa, vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo. Por lo cual también contiene la Escritura: 'He aquí, pongo en Sion la principal piedra del ángulo, escogida, preciosa; y el que creyere en él, no será avergonzado'. Para vosotros, pues, los que creéis, él es precioso; pero para los que no creen, 'la piedra que los edificadores desecharon, ha venido a ser la cabeza del ángulo'; y: 'Piedra de tropiezo, y roca que hace caer, porque tropiezan en la palabra, siendo desobedientes; a lo cual fueron también destinados'. Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable; vosotros que en otro tiempo no erais pueblo, pero que ahora sois pueblo de Dios; que en otro tiempo no habíais alcanzado misericordia, pero ahora habéis alcanzado misericordia. (1Pe.2:4-10)

Pedro recoge muchos conceptos al rededor de la idea de la Iglesia como edificio, piedras vivas cimentadas en Cristo, la piedra fundamental. Por una parte habla de pueblo, linaje escogido y nación, similar a cómo se hace en Ef.2:11–22. No somos solo un edificio, sino que también somos una casa, una familia (1Tim.3:15; 2Tim.2:20; Heb.3:6) y un solo pueblo, una sola nación, parte de una misma ciudad celestial que se concreta en la vida comunitaria (Mt.5:14). En la estructura del edificio cimentado en Cristo, nadie es advenedizo, somo todos iguales y sin distinción somos llamados a ensamblar su templo en la tierra. ¡No somos solo edificio, sino que también somos su templo! Pedro lucha acá contra la religión judía del templo y los sacrificios, en que los sacerdotes hacían de intermediarios entre Dios y el resto. Como explica la carta a los hebreos, en Cristo es abolido el sacerdocio instaurado por Moisés, pues Cristo es el único intermediario entre Dios y nosotros, el único sumo sacerdote que realiza aquel sacrificio que nos santifica (Heb.3), y el sacrificio de nuestra parte es responder con el seguimiento, pero que en realidad no es sacrificio, sino que Gracia. Aquí se fundamenta la doctrina del sacerdocio universal de todos los creyentes. ¡Los cristianos somos un pueblo de sacerdotes, tenemos aquel real sacerdocio que es solo a través de Jesucristo, sin más intermediarios, y todos estamos llamados a proclamar esta gran virtud! Así pues, como templo y santuario vivientes de Dios, tenemos aún más certeza de que Él nos acompaña. Pues como templo, el Espíritu de Dios mora en nosotros (2Cor.6:16; Ef 2.21-22; 1Cor 3.16-17,6:19; Ap.21:3). El verdadero templo en el que habita Dios no son los edificios que construimos nosotros, sino que somos nosotros mismos como comunidad, nosotros mismos somos ese edificio, ese templo, ese santuario en el que habita El Señor.

En la siguiente entrada profundizaré en el concepto de la santidad, pero es importante entender que como santuario hemos sido purificados, así como Jesús purificó el templo de Jerusalén, echando a los que hacían de la religión un negocio, una estafa: "Mi casa será llamada casa de oración para todas las naciones. Mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones" (Jn2:13-22; Mt.21:12-13; Mr.11:15-18; Lc.19:45-46; Is.56:7). Para ser fiel a aquella purificación es que Lutero protestó contra las prácticas y doctrinas de la iglesia romana medieval, cuando estafaban a los cristianos con las indulgencias, además de prohibir la Biblia, los himnos, las misas en lengua vernácula, etc., acorde a la idea de un Dios lejano que tiene a la jerarquía eclesial como intermediaria (ideas que al fin empiezan a cambiar en la iglesia romana con el Concilio Vaticano II).

Según Juan, ante tal arrebato de nuestro Cristo contra los cambistas del templo, le exigen una señal y Él responde: "Destruid este templo, y en tres días lo levantaré", agregándose luego: "Mas él hablaba del templo de su cuerpo" (Mt 26:61,27:40; Mr.14:58;15:59; Jn.2:19-21; Ap 21:22). Cristo es el templo, y con su resurrección y Espíritu levanta también a la Iglesia, que es su cuerpo, templo de Dios acá en la tierra, que también hace alusión a aquél templo en el que viviremos eternamente (2Cor.5:1-4). Se fortalece aún más la concepción de la comunidad de creyentes como un solo cuerpo con una sola cabeza, como un solo rebaño con un solo pastor, como ramas unidas a la única vid verdadera. La iglesia es un solo edificio con una sola piedra angular que es Cristo, pero también Cristo es el edificio mismo.

¡Oh, Señor! ¡Ayúdanos a ver que cada uno es una piedra viva de tu templo y debemos estar cimentados firmemente en el único fundamento, que es Cristo, tú Palabra! ¡Refrena la tentación de aquellos que quieren ponerse entremedio de ti y tu pueblo! ¡Como un solo edificio, crea la comunión y reconciliación entre todos aquellos que confiesan tu nombre! ¡Que tu Evangelio nos una más y más, dando señales de tu Reino y tu presencia en el mundo hoy! Amén.

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