miércoles, 23 de julio de 2014

12° La Iglesia: rebaño de Dios

El Señor es mi pastor; nada me faltará.

En lugares de delicados pastos me hará descansar;
Junto a aguas de reposo me pastoreará.

Confortará mi alma;
Me guiará por sendas de justicia por amor de su nombre.

Aunque ande en valle de sombra de muerte,
No temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo;
Tu vara y tu cayado me infundirán aliento.

Aderezas mesa delante de mí en presencia de mis angustiadores;
Unges mi cabeza con aceite; mi copa está rebosando.

Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida,
en la casa de Jehová moraré por largos días.
(Salmo 23)
En toda la historia bíblica, la ganadería fue un pilar fundamental y característico del pueblo hebreo y de su economía. La imagen del pastor y de las ovejas es usada en la Biblia para referirse a muchas cosas, y entre ellas a la Iglesia. Podemos ver cómo el salmo 23 y otros (Sal.28:9; 67:4; 74:1; 77:20; 78:52,70,72; 79:13; 80:1; 95:7; 100:3; 107:41; 136:16) expresan de forma tan bella la idea de que El Señor es nuestro pastor, confiando plenamente en Él.

Jesucristo retoma esta imagen en dos de sus parábolas, una de ellas es la del redil:
"De cierto, de cierto os digo: El que no entra por la puerta en el redil de las ovejas, sino que sube por otra parte, ése es ladrón y salteador. Mas el que entra por la puerta, el pastor de las ovejas es. A éste abre el portero, y las ovejas oyen su voz; y a sus ovejas llama por nombre, y las saca. Y cuando ha sacado fuera todas las propias, va delante de ellas; y las ovejas le siguen, porque conocen su voz. Mas al extraño no seguirán, sino huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños. Esta alegoría les dijo Jesús; pero ellos no entendieron qué era lo que les decía.

Volvió, pues, Jesús a decirles: De cierto, de cierto os digo: Yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que antes de mí vinieron, ladrones son y salteadores; pero no los oyeron las ovejas. Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo; y entrará, y saldrá, y hallará pastos. El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia. Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas. Mas el asalariado, y que no es el pastor, de quien no son propias las ovejas, ve venir al lobo y deja las ovejas y huye, y el lobo arrebata las ovejas y las dispersa. Así que el asalariado huye, porque es asalariado, y no le importan las ovejas. Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas, y las mías me conocen, así como el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; y pongo mi vida por las ovejas. También tengo otras ovejas que no son de este redil; aquéllas también debo traer, y oirán mi voz; y habrá un rebaño, y un pastor."
(Jn.10:1-16)
Las palabras de Jesús son realmente significativas, pues al decir que Él es el Buen Pastor y al criticar a quienes han tomado abusivamente aquel papel, se muestra como cumplimiento de la profecía de Ezequiel 34. Efectivamente, El Señor se compadece al vernos dispersos, como si no tuviéramos pastor (Mt.9:36; Mr.6:34; Ez.34:5; Num 27:17), por lo que será Él quien nos apacentará (Is.40:11,63:11-14; Miq.5:4,7:14; Ap.7:17; 1Pe.2:25; Heb.13:20), y dice en la profecía:
"He aquí, yo estoy contra los pastores; y demandaré mis ovejas de su mano, y les haré dejar de apacentar las ovejas; ni los pastores se apacentarán más a sí mismos, pues yo libraré mis ovejas de sus bocas, y no les serán más por comida. Porque así ha dicho El Señor: He aquí yo, yo mismo iré a buscar mis ovejas, y las reconoceré. Como reconoce su rebaño el pastor el día que está en medio de sus ovejas esparcidas, así reconoceré mis ovejas, y las libraré de todos los lugares en que fueron esparcidas el día del nublado y de la oscuridad. [...] Yo apacentaré mis ovejas.[...] Yo buscaré la perdida, y haré volver al redil la descarriada; vendaré la perniquebrada, y fortaleceré la débil [...] Y sabrán que yo El Señor su Dios estoy con ellos, y ellos son mi pueblo [...] Y vosotras, ovejas mías, ovejas de mi pasto, personas sois, y yo vuestro Dios, dice El Señor."
(Ez.34:10-12,15,16,30,31)
La profecía también es parafraseada por la parábola de la oveja perdida (Lc.15:1-7; Mt.18:10-14): "¿Qué hombre de vosotros, teniendo cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto, y va tras la que se perdió, hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, la pone sobre sus hombros gozoso; y al llegar a casa, reúne a sus amigos y vecinos, diciéndoles: Gozaos conmigo, porque he encontrado mi oveja que se había perdido". Lucas pone esta parábola junto a la de la moneda perdida (Lc.15:8-10) y a la del hijo pródigo (Lc.15:11-32). Como ya he repetido, el pecado nos ha alejado de nuestro Padre, pero Él se acerca a nosotros para que nos encontremos nuevamente y para recibirnos con fiesta. Fiesta que apunta al Reino de los Cielos, esperanza de su grey (Lc.12:32). Y como hablar del Reino es también hablar de su justicia, no puedo dejar de lado las palabras de Mt.25:31-46:
"Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con él, entonces se sentará en su trono de gloria, y serán reunidas delante de él todas las naciones; y apartará los unos de los otros, como aparta el pastor las ovejas de los cabritos. Y pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda. Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí[...] De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis."
Cristo aboga por los débiles, oprimidos y abandonados, haciendo nuevamente eco con la profecía de Ezequiel, donde también dice: "He aquí yo juzgo entre oveja y oveja, entre carneros y machos cabríos. ¿Os es poco que comáis los buenos pastos, sino que también holláis con vuestros pies lo que de vuestros pastos queda; y que bebiendo las aguas claras, enturbiáis además con vuestros pies las que quedan? Y mis ovejas comen lo hollado de vuestros pies, y beben lo que con vuestros pies habéis enturbiado. Por tanto, así les dice Jehová el Señor: He aquí yo, yo juzgaré entre la oveja engordada y la oveja flaca, por cuanto empujasteis con el costado y con el hombro, y acorneasteis con vuestros cuernos a todas las débiles, hasta que las echasteis y las dispersasteis. Yo salvaré a mis ovejas, y nunca más serán para rapiña; y juzgaré entre oveja y oveja" (Ez.34:17-22).

Al reconocernos como ovejas de Dios, también reconocemos el celo que tiene Él al cuidarnos. Y sabemos que su juicio es a favor nuestro, pues le pertenecemos gracias a su obra (1Cor.6:20; 1Pe.1:18-19). Y si Él ha venido a rescatarnos, debemos reconocerle y agradecerle siendo ovejas mansas y obedientes, que damos nuestra lana, nuestra leche y nuestra vida por el Buen Pastor y por el resto de sus ovejitas, así como Él se entrega por nosotros. Al reconocernos como un rebaño, reconocemos nuestra debilidad y cuántos peligros nos rodean, de ser mezquinas unas con otras, abusadas por machos cabríos y asechadas por lobos (Lc.10:3; Hch.20:29; Mt.7:15; Jn.10:12; Jer.13:17,20). En esto mismo, existe la tensión de tener pastores entre nosotros, cuando nuestro único pastor es Cristo. ¿Qué significa esto? Ciertamente, todos pertenecemos al único Buen Pastor, pero también es cierto que Él ha llamado ministros que pastoreen sus ovejas (Hch.20:28; 1.Pe.5:2; Jn.21:15-17). Vocación sacrificada que merece autoridad y derechos que muchas veces nos son correspondidos (1Cor.9:3-14; 1Tim.5.17-18; Hch 18:2-3; 20:34; 1Cor.4:12; 2 Cor.11:7; Mt.10:10; Lc.10:7)... pero recordemos que las ovejas pertenecen solo al Buen Pastor y ¡ay! de los pastores que se apacientan a sí mismos (Zac.11:17; Jer.23:1-4; Ez.34:2,3,23).

Como manada, entreguémonos al Buen Pastor y cuidémonos los unos a los otros. Y así como el cuerpo de Cristo es plenitud de Cristo, y Cristo es plenitud del Padre, escuchamos también: "conozco mis ovejas, y las mías me conocen, así como el Padre me conoce, y yo conozco al Padre"... y así como la cabeza del cuerpo es una, y el cuerpo es uno, escuchamos también: "oirán mi voz; y habrá un rebaño, y un pastor". Que estas palabras nos den esperanza y certeza, de que Dios escuchó la oración de su Hijo antes de morir: "que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste." (Jn.17:21). ¡Amén!

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