martes, 22 de julio de 2014

11° La Iglesia: Cuerpo de Cristo


En la entrada anterior ya hablamos de la Santa Cena en relación a la Pascua, y en esta hablaremos de la Santa Cena en su sentido sacramental, o sea que hace presente tangiblemente a Cristo, siendo verdadero cuerpo y verdadera sangre del salvador. A partir de lo anterior, también presentaré a la Iglesia como cuerpo de Cristo, concepción que -me parece- expone de forma más integral la comunidad de creyentes. Por lo mismo es un concepto que, inevitablemente, ya he usado en entradas anteriores.

El énfasis en la presencia real se basa, primeramente, en las mismas palabras de Cristo al instaurar su Cena: "Esto es mi cuerpo... Esto es mi sangre" (Mt.26:26-28; Mc.14:22-24; Lc.22:19-20; 1Cor.11:24-25). Con esto recordamos que Cristo es nuestra cena de Pascua y que se entregó por nosotros, pero también que él dice: "Yo soy el pan que da vida. El que viene a mí, nunca tendrá hambre; y el que cree en mí, nunca tendrá sed [...] si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne" (Jn.6:25-59). Siguiendo en ese pasaje, Jesús relaciona el milagro del pan hecho carne con el pan que caía del cielo en el desierto, el maná que alimentó a los judíos al salir de Egipto, con el que "ni le sobró al que había recogido mucho, ni le faltó al que había recogido poco" (Ex.16:11-18). Y esto también lo relaciona al milagro de la encarnación: “Porque el pan de Dios es aquel que descendió del cielo y da vida al mundo” (Jn.6:33). Si creemos que Dios se pudo encarnar en el niño Jesús... ¿por qué no podemos creer que se encarna en su Santa Cena? Así recordamos que para Dios su creación es buena (Gen.1:31), y que por lo mismo también resucitó con su cuerpo (Lc.24:36-43). Lo que Dios nos da en su creación son cosas de valor, así como también valora nuestro cuerpo y todas nuestras particularidades. "Mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida. Quien come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí, y yo en él"(Jn.6.55-56). Al reconocer a Cristo en el pan y en el vino, al comer de Él, somos parte de una comunión especial con Él. Y para Él nadie es indigno, sino que solo debemos reconocerle (1Cor.11:29). Pablo relaciona reconocerle en el pan no solo con una comunión con Él, sino que especialmente con una comunión con los hermanos. Pablo reprocha a la comunidad de Corinto por hacer distinciones entre ellos, abusando de la Santa Cena: "Porque al comer, cada uno se adelanta a tomar su propia cena; y uno tiene hambre, y otro se embriaga" (1Cor.11:21)... "Así que, hermanos míos, cuando os reunís a comer, esperaos unos a otros" (1Cor.11:33). Así pues, la Santa Cena es también un llamado a examinarnos y a permitir que el Espíritu nos convierta. Siguiendo con el tema de la comunión, Pablo utiliza justamente este sacramento para referirse a la Iglesia como un cuerpo:
"La copa de bendición que bendecimos, ¿no es la comunión de la sangre de Cristo? El pan que partimos, ¿no es la comunión del cuerpo de Cristo? Siendo uno solo el pan, nosotros, con ser muchos, somos un cuerpo; pues todos participamos de aquel mismo pan." (1Cor.10:16-17)
Pablo habla a los corintios de la Santa Cena en el capítulo 10 y en 1Cor.11:17-34 como base para hablar de la Iglesia como cuerpo de Cristo, y como cuerpo destacar la diversidad de dones y ministerios (1Cor.12) y entre estos destacar la preeminencia del amor (1Cor.13), exponiendo el mismo tema de forma similar en Rom.12. En estos pasajes se destaca la gran diversidad que tiene la comunidad de creyentes, y como todos han de ser unidos por un mismo Espíritu, por un mismo Señor, quien es el que obra realmente en nosotros. Se insiste en que "de la manera que en un cuerpo tenemos muchos miembros, pero no todos los miembros tienen la misma función, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos de los otros" (Rom.12:4-5) (Ef.4:25) y así mismo que "el cuerpo no es un solo miembro, sino muchos. Si dijere el pie: Porque no soy mano, no soy del cuerpo, ¿por eso no será del cuerpo? Y si dijere la oreja: Porque no soy ojo, no soy del cuerpo, ¿por eso no será del cuerpo? Si todo el cuerpo fuese ojo, ¿dónde estaría el oído? Si todo fuese oído, ¿dónde estaría el olfato?" (1Cor.12:14-17). Efectivamente, no podemos ser indiferentes ni hacer distinciones entre nosotros, "sino que los miembros todos se preocupen los unos por los otros. De manera que si un miembro padece, todos los miembros se duelen con él, y si un miembro recibe honra, todos los miembros con él se gozan" (1Cor.12:25-26). Así, la solidaridad ha de ser inherente a la Iglesia y así mismo ha de ser transmitido con la Santa Cena, especialmente si vemos la práctica de los primeros cristianos en Hechos 2:42. En el culto de los primeros cristianos, y como parte de la Cena del Señor, tenían una comida comunitaria, fraccionando el pan para que todos sus miembros tuvieran que comer y para que lo hagan en comunión. En aquél entonces, comer con alguien era un gesto de mucha intimidad. Los discípulos de Cristo comían juntos siendo de distintas edades, distintas etnias, distinto sexo, distintas clases económicas y de distinta reputación... cosa que era un gesto muy fuerte para el mundo en que vivían (y que hoy también lo sería, ¿no?). Así replicaban a nuestro maestro, que también compartía la mesa con muchos sin discriminar a los que eran considerados pecadores e impuros por la sociedad, sino que privilegiándolos, tal como se puede apreciar al llamar a Leví (Mateo) (Mt.9:9-13; Mr. 2.13-17; Lc. 5.27-32), al hospedarse donde Zaqueo (Lc.19:1-10), al multiplicar los panes (Mt.14:13-21, 15.32-39; Mr.6:30-44, 8:1-9; Lc.9:10-17; Jn.6:1-15), al comer con los fariseos (Lc.7:36-47, 11:37-54), etc. La mesa compartida es esencial para Cristo, tal como lo hace ver luego de resucitar (Lc.24:13-49).

¿Cómo puede ser, entonces, que la Santa Cena sea para algunos causa de división? Entiéndase que si bien insisto en la presencia real de Cristo a través de su cuerpo y su sangre, me parece irrelevante cómo se entienda esta presencia. Si acaso la presencia es solo simbólica, espiritual o también material, o si ocurre transubstanciación, metamorfosis o consubstanciación... me parece un conflicto metafísico y filosófico sin importancia y sin base bíblica. Pues la Biblia es clara al mostrar la Eucaristía como elemento unificador del cuerpo de Cristo, a través de la cual hacemos referencia a la cena pascual y proclamamos un mismo Evangelio, y a través de la cual sentimos palpablemente la comunión con Cristo y con todos los creyentes en el mundo. Si la hacemos causa de división, es simplemente porque a veces el poder nos hace olvidar que un cuerpo tiene solo una cabeza, y nuestra única cabeza es Jesucristo. Porque Dios "lo dio por cabeza sobre todas las cosas de la Iglesia, la cual es Su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo" (Ef.1:22-23) y "porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad, y vosotros estáis completos en él, que es la cabeza de todo principado y potestad"(Col.2:9-10). Entonces, decir que el pan es verdadero cuerpo de Cristo, solo tiene sentido sacramental si hace visible al sacramento por excelencia: La Iglesia como Cuerpo de Cristo. Pues así como en Cristo habita corporalmente la plenitud de la Deidad, la Iglesia es plenitud de Cristo por su gracia. Como ya hemos dicho, en la experiencia comunitaria centrada en la Palabra de Dios y en la confesión de la Buena Nueva, Cristo se hace palpable y especialmente presente (Mt.18:20). Así pues, tengamos claro que si la cabeza es una sola, el cuerpo también es uno solo (Ef.2:16,4:1-16; Col1:18,24;2:19;3:15; Ef.3:6). He aquí lo fuerte que es el reproche de Pablo a los partidistas, al decirles: "¿Acaso está dividido Cristo?" (1Cor.1:10-17).

Así pues, Cristo se identifica con nosotros, haciéndose débil como nosotros y muriendo por nosotros, y nosotros hemos de identificarnos con Él en nuestra debilidad y entrega mutua, cumpliendo en nuestra "carne lo que falta de las aflicciones de Cristo por su cuerpo, que es la Iglesia" (Col.1:24). Al recordar su entrega recordemos también que, así como el Padre lo envió a Él, Cristo nos envía a nosotros, sabiendo que como cuerpo de Cristo hemos de entregarnos por el mundo entero. "Hagan esto en memoria de mi".

¡Ven, Señor Jesús, en tu Santa Cena, para que podamos celebrar nuestra Pascua! ¡Ven, Señor Jesús, para que podamos celebrar y agradecerte por la liberación que nos regalas, reconociendo que estamos esclavizados por el pecado! ¡Ven, Señor Jesús, para que podamos proclamar tu cruz y resurrección, tu Buena Nueva! ¡Ven, Señor Jesús, para que podamos recibir tu fuerza, que nos ayuda a esperarte en tu segunda venida, en la que comeremos junto a ti el gran banquete de tu reino celestial! ¡Ven, Señor Jesús, y restaura a tu pueblo y a toda tu creación!  ¡Ven, Señor Jesús, para que sintamos hoy tu presencia en la tierra y la comunión que nos regalas contigo y con el otro! ¡Ven, Señor Jesús, para que nos conviertas en miembros de tu cuerpo y nos sintamos enviados por la misión que nos das! ¡Ven, Señor Jesús, para que veamos que efectivamente somos sacramento tuyo, comunidad de creyentes en la que te haces palpable, que somos tu cuerpo, santificados en tu sangre! ¡Partámonos y entreguémonos los unos por los otros y por el mundo entero! Amén.

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