sábado, 25 de julio de 2015

No hay mal que por bien no venga...

"No hay mal que por bien no venga"... un dicho popular muy impregnado en nuestra cultura chilena. Tiene base bíblica (Rom.8:28; Is.45:7; 1Cor.10:12-14; Rom.8:20-28) y una tremenda e impactante profundidad.

En definitiva, es una idea que niega el dualismo entre el bien y el mal (o dualismo entre Dios y el Diablo), y que presenta de forma sublime la soberanía de Dios sobre el mal y todo lo creado. La soberanía del Bien sobre el Mal. Así se supera también todo juicio ético contra Dios, quien tiene autoridad de utilizar el mal para hacer su voluntad. En términos de Kierkegaard, este refrán es esencial para avanzar del estadio ético al religioso.

Así mismo, es un dicho que nos ayuda a mantener una antropología pesimista, sabiendo que los humanos somos todos pecadores, limitados y malvados; y aún así tener una concepción optimista de la historia y de la vida. Pues no somos nosotros los que conducimos la historia, sino que es Dios el que conduce la historia. Es el reino de Dios el que se ha acercado a nosotros... como dice el himno de Pagura (Tenemos Esperanza): "ya nada puede detener su historia, ni de su reino eterno la venida".

El humanismo cristiano, de la mano de la teología liberal, ha enfatizado en una antropología positiva. Si somos creados por Dios, cuya creación es buena, y nos creó a su imagen y semejanza... ¡somos buenos! Idea que se basa en una concepción meritocrática de justicia, en la que hemos de ser buenos para merecer la salvación de Dios. He ahí que el humanismo cristiano y la teología liberal se alejan de la doctrina evangélica-protestante, y se termina renegando del cristocentrismo. Ya que somos creación de Dios e imagen suya, podemos llegar a Dios por lo que somos, por nuestra propia capacidad de llevar a cabo esa justicia y bondad interior con la que fuimos creados. Así... ya no se necesitaría de un salvador como Jesucristo, y nuevamente la religión se vuelve a enfocar en las obras y no en la fe. Es justamente así que la teología de la liberación suele estar estancada en lo ético, poniendo la construcción del "reino de Dios" en la mano de los hombres y ya no tanto en Dios, cuestión que redunda en moralismo. Moralismo progresista en vez de conservador, pero moralismo de todas formas, que muchas veces cae en el dualismo oprimidos-opresores o bien-mal... una especie de politeísmo en la que Dios depende de nosotros para derrotar al Diablo. ¡Puaj!

Pero de otro modo... ¿como exhortamos entonces a buscar el bien y la justicia?

De alguna forma, ya hablé de esto en la entrada "por sus frutos lo conoceréis...". La antropología pesimista no se contradice con la fidelidad al camino del bien ni al seguimiento cristiano, lleno de esperanza y optimismo. Al contrario, es la antropología optimista que muchas veces niega la necesidad de depender de la justicia de Cristo y de seguirle a él como maestro, pudiendo ser justos por nuestra cuenta. La antropologìa pesimista es necesaria para seguir con justicia a nuestro maestro. Nuestro maestro dice en el sermón del monte: "Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?" "Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos; porque esto es la ley y los profetas" (Mt. 7.7-12, Lc. 11.9-13; 6.31). El primer paso para tener comunión con Dios y ser justificados, salvos o sanados, es aceptar que somos pecadores incapaces de hacer justicia por nuestra cuenta ni de merecer nada de Dios, para luego someternos a la voluntad de Dios.

Donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia de Dios (Rom.5:20).

No hay mal que por bien no venga... ... ... en otro momento sigo.
Solo a Dios sea la gloria. Amén.

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