viernes, 21 de noviembre de 2014

17° La Iglesia: Camino


En la entrada anterior hablaba del concepto de santidad y de cómo se denominaba "santos" a los creyentes, antes de usarse la denominación "cristianos". "Cristiano" significaba literalmente "partidarios de Cristo", denominación que empezó a ser usada de parte de los que perseguían a los creyentes, antes que Roma los tolerara y antes de que se "cristianizara". Acá voy a reflexionar, cortito, sobre otra palabra con la que los primeros discípulos se identificaban a sí mismos: Camino (Hch.9:2,19:9,23;22:4,24:14,22).

En la Biblia (Reina Valera 1960) aparece 741 veces la palabra "camino". Claro que la mayoría de las veces la usa de forma práctica, sin dejar de ser una cuestión muy simbólica, y otras muchas la usa metafóricamente. Es una imagen muy fuerte, sabiendo que como Iglesia somos un pueblo que camina por el mundo, así como el Israel del éxodo caminaba por el desierto hacia tierra prometida. La Biblia entera nos es dada para que sigamos el camino del Señor, hacia el reino de nuestro Padre celestial.

Este concepto enfatiza lo tratado en la entrada 8°, acerca de la misión y el discipulado. Como discípulos, hemos de entregar toda nuestra vida a seguir los pasos de Jesús, y aprender de sus enseñanzas. Jesús, como revelación cúlmine de Dios, es el maestro que enseña el camino de Dios con verdad (Lc.20:21; Mc.12:14). Él mismo, antes de terminar el Sermón del Monte (Mt.5-7), dice: "estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan" (Mt.7:14). Sin embargo, el camino no es simplemente seguir sus enseñanzas. En Juan 14:6 dice: "Yo Soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí". Justamente, el camino del Señor no se trata de seguir preceptos, sino de creer y creerle a aquél que el Padre envió para ser nuestro camino (Jn.6:28-29).

De ninguna forma pensemos que el concepto del camino es una cuestión excluyente, pues es en el camino, en el seguimiento, en el envío, en la misión, que sanamos al otro y lo incluimos en el gozo del reino, sin distinción alguna (Mt.22:9; Lc.18:35-43; Mt.20.29-34; Mr.10.46-52; Hch.8:36-39; Lc.10:33). La misión de la Iglesia, como pueblo que peregrina, es un constante éxodo hacia el otro, un salir de sí mismo para encontrarse con el otro en el camino. Es justamente así que imitamos a nuestro maestro, aquél caminante que se despojó de sí mismo para reconciliar al mundo. En el camino no solo nos encontramos con el otro, sino que es en el camino que se nos revela el Señor, como sucedió a los discípulos camino a Emaús (Lc.24:13-35; Mc.16:12). La Vida se hace presente hoy y ahora, en el camino, sabiendo que la bendición de Dios no se basa en que nosotros seamos santos o perfectos, sino en que caminemos detrás de Aquél que es santo y perfecto, buscando ser cada vez más como Él (Fil.3:12-14).

Jesús es el Camino... ¿cómo es que se le puede llamar Camino a la Iglesia? ¡Que cosa tan tremenda! De ninguna forma seremos Camino si nos predicamos a nosotros mismos o si nos atribuimos poder en este mundo, sino que predicando al único Señor de este mundo y encarnándolo al vivir conforme al Espíritu Santo. Viviendo esa vida que es la comunión de los santos, la Iglesia que se entrega al mundo así como Cristo se entregó por todos nosotros. La Iglesia es Camino en cuánto se entienda que la Iglesia no es otra cosa que una vida de discipulado, de caminar juntos y como iguales detrás de Cristo, aferrados a Él. Ayúdanos, Señor, a vivir tu Camino. Amén.

1 comentario:

Patrick dijo...

En relación a Emaús, aprovecho de recomendarles el blog de unos hermanos míos: http://haciaemaus.wix.com. Este dice de sí mismo:

Este blog será un reto nuestro, personal, de volver a Jerusalén. Reconocemos que Jesús nos salió al encuentro en la hora del fracaso, y nos explicó lo fecundo del dolor. Así, nosotros, los tardos de corazón, apuraremos la marcha para encontrar a Jesús Vivo partiendo el pan en distintos lugares y situaciones; en las profundidades del alma humana y en las veredas de la sociedad actual. [...] Extendemos esta invitación a todo el que quiera compartir su experiencia, anécdota o punto de vista, para que juntos veamos si arde nuestro corazón, y así buscar a Jesús en los enredados y extraños caminos de hoy.