miércoles, 5 de noviembre de 2008

Kristallnatch

“Töten ist eine Gestalt unseres wandernden Trauerns
Rest in heiteren Geist,
was an uns selber geschieht.”
(Soneto XI, Sonetos a Orfeo, Rainer Maria Rilke)


Yo no me siento alemana, a pesar de que cito a Rilke en alemán, de que mi abuelo haya tenido apellido Meyer, ni soy judía, pero quizás por ese mismo motivo es que, como luterana, Kristallnatch me parece un episodio histórico tan iniciático como espantoso, tan terrible como la peor de las pesadillas.

Corría la noche del 9 de noviembre de 1938 y tanto sinagogas, como locales y hogares pertenecientes a familias judías fueron saqueados –rotos los cristales de sus ventanas, de ahí el nombre tan atrozmente poético de esa noche–, iniciándose así el pogromo judío.

No dejo de preguntarme ¿qué hacían los miembros de la iglesia luterana durante esa noche? ¿dormían tranquilos acaso? ¿cuáles serían los pensamientos que pasaban por la mente de Dietrich Bonnhoeffer, posteriormente ahorcado en un campo de concentración nazi, días antes de finalizar la guerra, por ayudar a escapar a miembros de la comunidad judía, mientras la iglesia luterana “oficial” apoyaba al Tercer Reich? ¿cuáles serían las oraciones remitidas al Señor en esas horas? ¿habría alguien no tan preso del pánico como para intentar evitar esta desgracia? ¿qué haríamos nosotros en su lugar, en el lugar de esos luteranos, testigos de tan atroz maniobra política?

Hay sufrimientos que no tienen nombre. Que destrozan el alma, como escribe el poeta mexicano Roberto Arizmendi: “pero el dolor / ¡carajo! / es algo así / como desbaratar la vida; / romperse todo / toditito.”

Miles de sueños rotos. Miles de vidas perdidas. Torturas llevadas a cabo ex profeso. No hay lógica para eso, no hay respuesta para tanta pérdida, para una llaga que la humanidad todavía lleva.

Mis breves palabras sólo quieren invitar al pensamiento, al recuerdo, a la memoria. Porque hechos como Kristallnatch, o la bomba atómica de Hiroshima, o cualquier otra maniobra que el poder político ejecuta por sus intereses (y que, por Dios, también han ocurrido en nuestro país), sacrificando a personas cuya humanidad es tan respetable como cualquier otra –con sus defectos y virtudes, y cito una de mis frases favoritas del hermano Martín Lutero: “Simul Iustus et Peccator”–, sencillamente no deberían ser ni aceptadas ni olvidadas. Porque hechos como éste son la razón por la que tenemos que trabajar día a día para lograr que el mundo sea un lugar mejor, para que exista paz y sana convivencia, para que –finalmente– el reino de Dios, remanso de paz y de amor, se hagan realidad en esta tierra. Y creo firmemente que ésa es nuestra tarea, a pesar de lo difícil, a pesar del miedo, a pesar de todo. Creo que éste es nuestro llamado.

2 comentarios:

Patrick dijo...

Creo que esas atrocidades muestra como el "cristianismo" perdió su esencia en el simple evolución que ha tenido de oprimido a opresor.

Una distorsión que, por suerte, no a afectado a todos y se ha estaod anuando con el pasar de los años.

... "no hagas mal uso del nombre del Señor tu Dios"(éxodo 20,7a) mandamiento que tantas veces fue quebrantado por los "hijos de Dios", por "su pueblo".
No creo que sea coincidencia que tanta gente maldiga el nombre de la Iglesia de Cristo

Patrick dijo...

" se ha estado anulando con el pasar de los años" quise decir