martes, 29 de abril de 2014

1° La Iglesia es... ¿visible e invisible?


Según el artículo VII de la confesión de Augsburgo, documento confesional del luteranismo:
Se enseña también que habrá de existir y permanecer para siempre una santa Iglesia Cristiana, que es la asamblea de todos los creyentes, entre los cuales se predica genuinamente el Evangelio y se administran los Santos Sacramentos de acuerdo con el Evangelio.
Me gusta mucho la definición hecha en Augsburgo. Concuerdo completamente con ella, pero considero que está redactada de forma pasiva y la Iglesia ha de ser activa, confesante y discipulada, por lo que yo la definiría de la siguiente manera:
... que es la comunión de todos los que, conforme a las Sagradas Escrituras, confiesan a Jesucristo como revelación de Dios y redentor personal y le siguen como Señor y Maestro.
Esta comunidad es en parte visible, pues yo me considero parte de ella y si te llamas cristiano también te considero parte de ella y así con todos los cristianos. Tú y yo somos de carne y hueso, sensibles, perceptibles, concretos: visibles. Así como Jesús se hizo visible. Podemos asociarnos y crear una sociedad, con personalidad jurídica si queremos, poniendo a un pastor, presidente, cura, papa o lo que sea que nos represente, siendo así visibles ante la ley y para el resto. Las cosas que hagamos también tendrán consecuencias concretas en nuestro rededor. Sin embargo, la Iglesia es invisible, pues aquella comunión que nos une no es un papel, no es un registro de bautismo, no es un acta, no es un líder ni un ministro, no es un lugar ni nada que podamos ver. Tampoco podemos saber con certeza quién es genuinamente cristiano, ni definir ni comprobar correctamente qué es lo que lo hace a uno cristiano. Si la Biblia no define de forma estricta estas cosas... ¿por qué pretenderíamos hacerlo nosotros? Tampoco creo que nuestro ser cristiano dependa de "entender correctamente" el Evangelio ni a Dios. Lo que nos une es un mismo sentir existencial, un sentir inefable. Lo que nos une es la Buena Noticia que hemos de predicar, confesar y visibilizar. Lo que nos une es el Espíritu de Cristo. Por este Espíritu estamos unidos a gente que vemos y no vemos, de otras partes del mundo y de otros tiempos. Somos todos partes de un mismo cuerpo, cuya cabeza es Cristo (Efesios 1:22-23).

Toda definición de esta "cosa invisible", todo dogma, al igual que toda estructura, institución y jerarquías, son cosas inventadas por nosotros, imperfectas, con las que buscamos expresar y apoyar el trabajo que nos encomienda Jesús, y darle visibilidad a esta comunidad invisible. Pero éstas no son ni definen efectivamente a la Iglesia de verdad, y en muchas ocasiones han ido en contra de la Iglesia de verdad. No le debemos obediencia a una estructura que hemos creado nosotros, sino a aquella única cabeza legítima que es Jesucristo. Sin embargo, a la Iglesia de Cristo le debemos total servicio, y debemos considerarnos los unos a los otros como embajadores de Cristo. Tampoco depende esta comunidad de la santidad o perfección de los que proclamamos a Cristo, sino que a pesar de nuestra imperfección y nuestras faltas, es Cristo el que nos sostiene. Según entiendo, el primero en hablar de "Iglesia invisible" es John Wycliffe, en el siglo XIV.

Si bien se puede usar la palabra "iglesia" para cualquier comunidad o congregación de creyentes en particular, para una institución o para un edificio, yo preferiría usarla exclusivamente (especialmente si es con mayúscula) para esta comunión o comunidad universal y atemporal, formada invisiblemente por los que confesamos a Jesucristo como revelación de Dios, y le seguimos como Señor y Maestro... pero... ¿qué entendemos por revelación? ¿por redención? ¿por Jesucristo? ¿por Dios? ¿por seguir? ¿por confesar? ¿por Señor? ¿por Maestro? ¿por ser un mismo cuerpo? ¿por ser embajadores? ¿por santidad y perfección?...

¡JajajjaJjaa! ¡Sigan leyendo!
Bendiciones.

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