[Por Esteban Burgos]
En nuestro país, son evidentes aun las secuelas que dejó la dictadura militar, que asolaría durante 17 años las vidas de quienes vivieron en nuestro territorio durante esa época. Ciertamente, la ilusión de la transición, no ha sido capaz de sanear completamente las heridas, ni de reconstituir socialmente una aceptación del otro (distinto a mí) que permita la coexistencia fraterna de los dos grandes polos socio-ideológicos, que se vieron sometidos a una tenaz oposición en tiempos previos y posteriores al 11 de septiembre del 73´.
En nuestro país, son evidentes aun las secuelas que dejó la dictadura militar, que asolaría durante 17 años las vidas de quienes vivieron en nuestro territorio durante esa época. Ciertamente, la ilusión de la transición, no ha sido capaz de sanear completamente las heridas, ni de reconstituir socialmente una aceptación del otro (distinto a mí) que permita la coexistencia fraterna de los dos grandes polos socio-ideológicos, que se vieron sometidos a una tenaz oposición en tiempos previos y posteriores al 11 de septiembre del 73´.
El hablar del rol de la iglesia durante este período, supone
un gran esfuerzo teórico y metodológico. La cantidad de información que debería
incluirse sería inmensa. Por ello, en este escrito, se revisarán las siete
iniciativas eclesiales más relevantes en cuanto a promoción y defensa de
derechos humanos durante la dictadura militar chilena. Es necesario aclarar,
desde ya, que cuando se habla de eclesial o eclesiales, se toma la acepción de
pertenencia a ciertos grupos religioso y se destaca la participación de los
fieles, en tanto que la fe comunitaria les motiva a hacer una opción por lo
oprimidos.
En general, se pretende dar a conocer las posiciones
políticas y prácticas que adoptaron algunas de las distintas facciones
denominacionales de todo espectro cristiano (incluso a veces judío). Además, se
analizarán las variantes ideológicas, las presiones por parte de la Junta
Militar para con las comunidades y las pretensiones de algunos grupos
evangélicos por lograr reconocimiento político y social.
Contextualizaciones eclesiales
En los días previos al golpe, en Chile había un clima
desconcertante que llevó a los distintos grupos religiosos, a hacer un llamado
a la reflexión y a la oración por la patria (Lagos, 1978). Esto, fue claramente
definido por sus convocantes como un acto meramente religioso-espiritual, no
obstante, “el gobierno militar lo entendió como una convocatoria de resistencia
al gobierno socialista, y el golpe militar, como una respuesta de Dios a la
oración de las iglesias” (Mansilla y Orellana, 2015, p. 148).
Iglesia católica
Una fracción importante de la iglesia católica, al poco
andar de la dictadura, se dio cuenta a través de algunos de sus líderes, que
debía oponerse al gobierno de turno y tomar cartas en lo relativo a los
derechos humanos. Las distintas presiones internacionales y el ímpetu del
Cardenal Silva Henríquez, hicieron posible dicha realidad. Esto, traerá una
serie de consecuencias; entre otras, que la Junta Militar buscará apoyo (validación
social y política) en ciertos sectores evangélicos (Sepúlveda, 1999) .
Iglesias evangélicas
Fue sorprendente para los chilenos en general, y para los
científicos sociales en de la época en particular, enterarse del apoyo de vertientes
evangélicas a la dictadura cívico-militar, el 13 de diciembre de 1974. Se hace
referencia al conocido “portalazo”; su nombre deviene porque se realizó en
edificio Diego Portales de Santiago, lugar en que 32 representantes de iglesias
evangélicas firmaron un documento que respaldaba la agenda del gobierno militar.
En ese contexto, uno de los pastores presentes en dicho lugar, declara lo
siguiente:
“El
pronunciamiento militar de las fuerzas armadas en el proceso histórico de
nuestro país, fue la respuesta de Dios a la oración de todos los creyentes que
ven en el Marxismo las fuerzas satánicas de las tinieblas en su máxima
expresión”
Esto
es particularmente sorprendete, ya que el autor de “El refugio de la masas”,
unos años antes había asegurado que los evangélicos (pentecostales) satanizaban
la política y no tenían ningún interés de inmescuirse en ella (Lalive D'Epinay,
1968). Dicho sea de paso, es importante aclarar desde ya, que muchas de las
iglesias que firmaron este documento, posteriomente se retractarían. Y aun
otras que no firmaron, fueron ferreas opositoras al régimen. Por tanto, no se
puede hacer una generalización monopólica respecto a «la posición de la iglesia
evangélica con el régimen militar».
Sepúlveda
(1999) expresa que a menos de un año antes del golpe ya se veía la polarización
entre distintas fracciones de las iglesias; por un lado estaban los
conservadores que apoyarían incondicionalmente el régimen, conocidos como «tendencia
oficiaslista»; y por otro, los que tenían una inclinación más favorable al
cambio social, que fueron articulandose lenta y problemáticamente, cohartados,
censurados y atemorizados por la presión militar; se trata, según el mismo
autor, de los de «tendencia profética».
Importancia del consejo de pastores
El
Consejo de Pastores (CP) es uno de los más importantes instrumentos de la «tendencia
oficialista» y tiene una relevancia fundamental dentro del entendimiento
del rol de la iglesia en el período de la ditadura. Entre otras cosas, se crea
como organismo que sirve para enlazar a los evangélicos que estuvieran a favor
del gobierno militar y éste (Lagos, 1988). Busca además, la unificación de la
“voz evangélica chilena” y dentro de sus posturas destaca un férreo dualismo en
varias las temáticas (salvación/condenación, cristianismo/marxismo,
fe/ateísmo); esto genera un intento de unión de las opiniones desde un extremo
conservadurista, y una legitimización al gobierno imperante.
¿Ecumenismo en dictadura?
En primer término, es pertinente asimilar que las primeras
iniciativas pro-derechos humanos nacen en el seno de una alianza entre las distintas
agrupaciones eclesiales constituidas en Chile.
Sepúlveda (1999), sostiene que realmente existía un interés
ecuménico en una proporción importante de iglesias. Sin embargo, es difícil
hablar de ecumenismo real en aquella época. Ya que esto, “(…) no era tanto un
principio ideológico, excepto para algunas iglesias como la metodista, sino más
bien un instrumento institucional de resistencia al gobierno militar” (Mansilla y Orellana,
2015, p. 151).
Iniciativas pro derechos humanos
Ya se mencionó con
anterioridad que las Iglesias Evangélicas fueron recibidas por la Junta Militar
el miércoles 3 de octubre de 1973. En esa oportunidad, se conversó de los siguientes
puntos, que hasta ese momento se consideran como prioridades en la acción de
las iglesias:
1)
Promoción
de la reconciliación
2)
Programa
de reconstrucción nacional
3)
Atención
a Refugiados políticos extranjeros residentes en Chile.
4)
Colaboración
a la Paz Civil (Defensa de los Derechos Humanos)
5)
Mantenimiento
de la libertad Religiosa y aportes a la nueva Constitución Nacional. (Lagos,
1978, p.17)
Cabe destacar
que, en el contexto de la dictadura militar, “(…) las iglesias eran el único
espacio relativamente seguro donde buscar refugio y desde donde se podía
iniciar una lenta y dolorosa reconstrucción del tejido social” (Sepúlveda,
1999, p. 143). Ellas asumieron su responsabilidad. De tal manera que “la
institución social que asumió la defensa de los derechos humanos fueron las
iglesias a través de los organismos creados para ese fin” (Orellana y
Quay Hutchison, 1991, p. 11).
Por ello, se hará una revisión parcial de algunas de las organizaciones más
importantes surgidas en dictadura, que fueron en ayuda directa de aquellos que
vieron vulnerados los derechos más fundamentales.
Comisión nacional de ayuda a los refugiados (Conar)
Una de las primeras gestiones de las entidades religiosas
fue crear la Comisión Nacional de Ayuda a los Refugiados (Conar), el 3 de
octubre de 1973, presidida por el pastor luterano Helmut Frenz y el obispo
católico Fernando Aristía (Ossa, 1999; Harper, 2007). Los propósitos de esta
organización eran:
1)
Preocuparse por su situación espiritual y
material;
2)
Asesorarlos en la búsqueda de soluciones para
legalizar su permanencia en el país;
3)
Con respecto a los que debieran o quisieran
hacer abandono del país, colaborar en la solución de todos los problemas que
esto involucra;
4)
Con respecto a los extranjeros que desean
informarse si son requeridos por la autoridad, las iglesias ofrecen su
intermediación para consultar (o ponerlos en contacto) con las autoridades
correspondientes y si es necesario dar asistencia legal que se requiera.
(Lagos, 1978, p. 17)
“Este comité fue reconocido y respaldado por la ONU. Conar
hizo posible que alrededor de 7.000 refugiados extranjeros salieran de Chile” (Mansilla y Orellana,
2015, p. 149).
Comité de Cooperación para la Paz en Chile (Comité
Pro Paz o COPACHI)
Dada las convulsiones de la época, provocadas por la
persecución política y que desembocó en la negación de las libertades de
expresión y de conciencia. Las instituciones religiosas de los distintos credos
deciden tomar acciones concretas en favor de los sectores sociales que estaban
siendo vituperados. “Grupos sociales que, por cierto, pedían refugio, acogida,
ayuda y asesorías de toda índole, habían encontrado puertas cerradas y
respuestas negativas” (Miranda, 2012, p. 12). Este hecho
impulsa a miembros de distintas congregaciones, a configurar el denominado «Comité
2», que tenía como propósito ayudar a chilenos perseguidos por la dictadura.
Posteriomente esta iniciativa daría lugar al Comité de la Cooperación para la
Paz en Chile.
El 6 de octubre de 1973, las iglesias: católica, evangélica
luterana, metodista, metodista pentecostal, y la comunidad israelita, contando
con la representación del Consejo Mundial de Iglesias (CMI), crearon el Comité Pro
Paz (Lagos, 1978; Ossa, 1999; Orellana y Quay
Hutchison, 1991). “Tanto el pastor luterano Helmut Frenz como algunos
pastores pentecostales de la Iglesia metodista pentecostal participaron sin el
apoyo ni respaldo de sus respectivas denominaciones, y aun con el riesgo de ser
considerados sospechosos de colaborar con los terroristas” (Mansilla y Orellana, 2015, p.
149).
El comité Pro Paz, comienza bajo el lema “una paz verdadera
basada en la Justicia” e inicia su trabajo de asistencia a: prisioneros
políticos y sus familiares, familiares de las personas desparecidas o muertas y
trabajadores despedidos. El Comité contaba al cabo de un año con 180 miembros
(abogados, médicos, asistentes sociales) trabajando tiempo completo en Santiago
y contando con oficinas en 22 ciudades del país, donde trabajaban otras 110 personas
(Zalaquett, 1976).
Los objetivos del comité pro paz fueron: “buscar y proveer
de ayuda material y moral para los familiares y afectados; proveer con los
organismos correspondientes de asistencia legal y judicial; recoger en forma
responsable hechos irregulares que sucedan y dañen gravemente la dignidad de
las personas” (Lagos, 1978, p. 18). Además, cabe destacar que “COPACHI jugó un
rol esencialmente asistencial y no de denuncia” (Orellana y Quay Hutchison, 1991, p. 22)
Respecto al significado concreto que tuvo el comité para las
personas, se afirma que dio resultados impresionantes a nivel jurídico y social
en su primer año: asistiendo a más de 6 mil prisioneros políticos y a más de 7
mil trabajadores despedidos; se instalaron de 400 comedores populares donde
almorzaban diariamente 30 mil niños; se atendió a más de 65 mil consultas
médicas, se organizaron 120 pequeños talleres, además de la autogestión y
viajes para familias de prisioneros políticos a los campos de concentración
(Zalaquett, 1976).
El cierre del Comité se concretó el 31 de diciembre de 1975,
tras las presiones del régimen. No obstante, al día siguiente se funda la
Vicaría de la Solidaridad.
Vicaría de la solidaridad
Una vez que se suprime el Comité Pro Paz, el cardenal Raúl
Silva Henríquez creó la Vicaría. Sin duda alguna, esta organización es la más
conocida a nivel nacional e internacional, como una de las iniciativas que
irradiaron una luz de esperanza en el país, mientras reinaba el terror.
Sus orígenes se remontan al 1º de enero de 1976, cuando el
Cardenal Silva Henríquez mediante decreto arzobispal Nº 5-76 crea «La Vicaría de la Solidaridad del
Arzobispado de Santiago»,
continuando en la tarea de la defensa y promoción de los derechos humanos, esta
vez bajo el alero exclusivo —al menos en lo organizativo— de la Iglesia
Católica. Como se trataba de una estructura interna de la iglesia y no civil,
el gobierno militar no podía disolverla (Orellana
y Quay Hutchison, 1991).
Con el correr del tiempo, comenzaron a estructurarse los
departamentos de la Vicaría que respondían concretamente a las necesidades que
se iban atendiendo: Departamento Jurídico, Departamento Laboral, Departamento
Campesino, Departamento de Zonas, Departamento de Coordinación Nacional,
Departamento de Publicaciones, Departamento de Apoyo y Finanzas. A medida que
se transformaban los requerimientos, la Vicaría iba readecuando sus programas y
funciones.
En cuanto a su ayuda concreta, puede señalarse a modo de
ejemplo que, en el año 1984, el Departamento Jurídico otorgó 56.638 atenciones
y el apoyo a organizaciones solidarias benefició a más de 50.000 personas (Orellana y Quay Hutchison, 1991).
En el desarrollo de su labor la Vicaría de la Solidaridad
contó con fondos provenientes de Estados Unidos y Europa, principalmente del
Consejo Mundial de Iglesias que realizó importantes aportes para sostener el
trabajo de ayuda que se entendía una exigencia evangélica.
La Vicaría de la Solidaridad concluyó sus actividades, el 31
de diciembre de 1992, una vez recuperada la democracia en el país.
Fundación de Ayuda Social de Iglesias Cristianas
(FASIC)
La fundación de Ayuda social de Iglesias Crisitanas es la
organización continuadora del llamado «Comité
1», creado en septiembre de
1973, que tenía como finalidad ayudar a los extranjeros perseguidos por la
dictadura militar (Orellana y Quay Hutchison,
1991).
Fasic, fundada en 1975 y liderada principalmente por
metodistas (Mansilla y Orellana, 2015), pero con participación activa de fieles
provenientes de otras iglesias (Católica, Católica Ortodoxa, Evangélica
Luterana y Metodista Pentecostal). Desarrolló programas de atención a las
víctimas, sobre todo centrados en el tema de los presos políticos, para quienes
la salida hacia el extranjero era el único medio de obtener su libertad. Así también
se optó por la denuncia nacional e internacional y el apoyo a los familiares.
De igual forma, se desarrollaron distintos tipos de atención
a víctimas, trabajos conjuntos con redes, sin formalizarlos, para no poner en
riesgo a las personas. Entre 1975 y 1976, el trabajo se orientó a las familias
de las víctimas, de detenidos políticos, fundamentalmente la acogida y la
atención en las cárceles (Mansilla y Orellana, 2015).
Confraternidad Cristiana de Iglesias (CCI)
La CCI se fue una de las organizaciones más férreas y
explícitas en su oposición a la dictadura militar chilena, llegando al punto de
exigir la renuncia del General Pinochet (29 de Agosto de 1986). Nace en 1984[1],
como continuadora de la Fundación de Ayuda Social de Iglesias Cristianas (Fasic),
donde distintas iglesias evangélicas representantes de diversas vertientes de
la fe se reúnen para formar la Confraternidad Cristiana de Iglesias (CCI), que
se define como ecuménica y cuenta, además, con la participación de la Iglesia
Católica Ortodoxa (Lagos, 1988).
Según
Mansilla et al. (2015), hay cuatro declaraciones de la CCI que demuestran de
buena manera el actuar contestatario de los evangélicos chilenos a la
dictadura. En primer lugar está la Carta a la Opinión Pública Nacional (COPPN,
1984). En segundo lugar, la Declaración Pública en conmemoración al Centenario
de los sucesos de Chicago (DPCCH, 1986), En tercer lugar, la ya mencionada Carta
a Abierta al Presidente Pinochet (CAP, 1986), donde se exige su renuncia. Finalmente,
la Carta al Pueblo Evangélico y a la Opinión Pública frente al Plebiscito
(CPEOPP, 1988). Documentos publicados en la Revista Evangelio y Sociedad (E y
S) dignos de analizar, si se quiere tener una mejor comprensión de esta
organización.
La
CCI tuvo aportes de entidades religiosas y laicas, nacionales e internacionales
para cumplir su labor. Entre las instituciones nacionales que dieron sustento a
la organización, sobresalen a SEPADE y la Comunidad Teológica Evangélica de
Chile (CTE). Quienes “en conjunto impulsaron el Proyecto Unido de Educación
Cristiana (PUEC) con el propósito de capacitar a jóvenes y mujeres evangélicas
para actividades de educación cristiana, y producir material didáctico contextualizado
para las comunidades evangélicas con una marcada connotación sociopolítica” (Mansilla
et al., 2015, p. 331).
La Asociación de Iglesias Evangélicas de Chile
(Aiech)
Otra organización evangélica importante durante la segunda
mitad de la década de 1970 fue la Aiech, fundada el 26 de noviembre de 1974 por
iglesias protestantes y pentecostales, con el fin de contrarrestar el poder de
las iglesias evangélicas que apoyaban la dictadura (Ossa, 1999); ya que rompía
la tradicional postura de la separación evangélica del Estado. La Aiech hizo
una aclaración fundante: «esta
asociación no tiene relación alguna con el Consejo de Pastores, cuyo móvil de
constitución no es otro que las cordiales relaciones con el gobierno militar» (Lagos 1978).
La Aiech estaba compuesta por iglesias que no firmaron la
Declaración de apoyo al gobierno militar en el Edificio Portales; tales como la
Iglesia wesleyana, Misión Pentecostal y Unión de Misiones Pentecostales Libres
y Protestantes, como el Ejército de Salvación, y otras que sí firmaron la
Declaración, como las iglesias metodistas, bautistas, presbiterianas, y la
metodista pentecostal de Chile. No se observa que las iglesias evangélicas
hubiesen sido absolutamente neutrales o que apoyaran al gobierno militar, sino que
hubo ambigüedad. Pese a ello, hubo resistencia al gobierno militar, aunque fue
más bien de líderes, que, de denominaciones evangélicas en particular, por lo
menos en la década de 1970, ya que en la década de 1980 esto cambió.
Mención especial, merece la escena de cuando el CP inició en
1975 el Tedeum Evangélico, invitando al gobierno militar y, al mismo tiempo,
arrogándose la representatividad de todas las iglesias evangélicas chilenas.
Entonces, la Aiech forjo una declaración pública en el diario El Mercurio, el 4
de septiembre de 1975, donde se manifestó en desacuerdo con el Tedeum
Evangélico. Esta postura de la Aiech fue interpretada como una postura de
infiltración marxista. Según Humberto Lagos, esta organización decía
representar el “60% de los evangélicos chilenos y a las principales Iglesias
Protestantes del país” (Lagos, 1978, 45); pero además contaba con el respaldo
de la Unidad Evangélica Latinoamericana (Unelam), en Chile.
Conclusiones
En el comienzo de este escrito, se realizó un preámbulo,
donde se expuso de manera sucinta las distintas realidades de las iglesias
chilenas, agrupadas en dos grandes bloques: evangélicos y/o protestantes y
católicos. Se advierte, luego de realizada esta monografía, que existe una
deuda y un vacío académico en cuanto a la investigación del rol de la Iglesia
Ortodoxa y las comunidades judías, que, si bien no tienen una gran presencia en
el territorio nacional, son parte de nuestra diversidad religiosa y
contribuyeron tanto al retorno de la democracia, como al cuidado y promoción de
los derechos humanos durante el período de dictadura.
El trabajo, no se limitó a revisar sólo iniciativas
evangélicas o católicas. Sino que se intentó poner de relieve los trabajos en
conjunto que se realizaron. Eso resalta la importancia y el valor que tienen
las creencias más profundas de las personas, en este caso en la persona de
Jesús. Y es que muchas veces se han planteado como antagónicos los católicos y
los protestantes, con un cargado uso de violencia y términos despectivos desde
ambos bandos; sin embargo, cuando el apremio del prójimo, es una realidad, las
barreras a veces establecidas se caen para ir en su auxilio del necesitado.
Así mismo, fue posible evidenciar como los intereses
políticos y económicos primaron en algunos grupos. El caso puntual del consejo
de pastores, que, movido por sus convicciones conservadoras y el autoritarismo
de sus líderes, manifestó desde un comienzo su apoyo al régimen a fin de
obtener reconocimiento social.
Por otro lado, la opinión pública, en general, señala que
los evangélicos chilenos son conservadores; se critica que la moral que se
desarrolla dentro de estos círculos es únicamente sexual y que no hay una
apertura a otras temáticas que pueden ser relevantes para la sociedad. Con la
confección de este escrito, en parte se desmiente aquello. Y es que se da a
conocer que no existe «la
iglesia evangélica chilena»,
sino que existe una diversidad de iglesias y personas que piensan, sienten y
creen distinto; lo que les lleva a vivir su espiritualidad de una forma,
también diferente.
Finalmente, se invita a los lectores a seguir reflexionando
sobre la diversidad y riqueza que hay dentro de las distintas realidades
eclesiales. Y a quienes profesan esta fe, a no intentar monopolizar el discurso
y a respetar las distintas opiniones y/o interpretaciones.
Referencias
Harper, C. (2007). El acompañamiento. Acción
ecuménica por los derechos humanos en América Latina 1970-1990.
Montevideo, Uruguay: Trilce.
Lagos, H. (1978). Libertad
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Vicaría de la solidaridad del arzobispado de Santiago, Santiago.
Lagos, H. (1988). Crisis
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Lalive D'Epinay, C.
(1968). El refugio de las masas. (N. Zamanillo, Trad.) Santiago,
Chile: Editorial del Pacífico S.A. Recuperado el 22 de Agosto de 2017, de
http://escriturayverdad.cl/wp-content/uploads/Historia/ElRefugiodeLasMasas.pdf
Mansilla, M. Á., &
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los espacios públicos y políticos en Chile entre 1973 y 1999. Revista de
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doi:http://dx.doi.org/10.7440/res51.2015.11
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Sepúlveda, J., & Orellana, L. (2015). Cuando el opio se rebela: La
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doi:http://dx.doi.org/10.4067/S0718-090X2015000200004
Orellana, P., &
Quay Hutchison, E. (1991). El movimiento de derechos humanos en Chile,
1973-1990. Santiago, Chile: CEPLA. Obtenido de
http://www.memoriachilena.cl/archivos2/pdfs/MC0023385.pdf
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Adenauer – Centro Ecuménico Diego de Medellín.
Sepúlveda, J. (1999). De peregrinos a cuidadanos.
Santiago, Chile: Fundación Konrad Adenauer y Facultad Evangélica de Teología.
Zalaquett, J. (21 de
Abril de 1976). Testimonio: el Comité Pro-Paz. A pesar de todo, una
experiencia de solidaridad y una esperanza. Recuperado el 30 de
Septiembre de 2017, de
http://www.memoriachilena.cl/archivos2/pdfs/MC0043516.pdf
[1]
Otros autores, señalan que sus orígenes se remontan a 1981, (Mansilla, Sepúlveda y
Orellana,2015, p. 237)