martes, 25 de julio de 2017

Teología de la Cruz desde la parábola del Trigo y la Cizaña

Mateo 13:24-30Reina-Valera 1960 (RVR1960)

Parábola del trigo y la cizaña

24 Les refirió otra parábola, diciendo: El reino de los cielos es semejante a un hombre que sembró buena semilla en su campo;
25 pero mientras dormían los hombres, vino su enemigo y sembró cizaña entre el trigo, y se fue.
26 Y cuando salió la hierba y dio fruto, entonces apareció también la cizaña.
27 Vinieron entonces los siervos del padre de familia y le dijeron: Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde, pues, tiene cizaña?
28 El les dijo: Un enemigo ha hecho esto. Y los siervos le dijeron: ¿Quieres, pues, que vayamos y la arranquemos?
29 El les dijo: No, no sea que al arrancar la cizaña, arranquéis también con ella el trigo.
30 Dejad crecer juntamente lo uno y lo otro hasta la siega; y al tiempo de la siega yo diré a los segadores: Recoged primero la cizaña, y atadla en manojos para quemarla; pero recoged el trigo en mi granero.


Mateo 13:36-43Reina-Valera 1960 (RVR1960)

Jesús explica la parábola de la cizaña

36 Entonces, despedida la gente, entró Jesús en la casa; y acercándose a él sus discípulos, le dijeron: Explícanos la parábola de la cizaña del campo.
37 Respondiendo él, les dijo: El que siembra la buena semilla es el Hijo del Hombre.
38 El campo es el mundo; la buena semilla son los hijos del reino, y la cizaña son los hijos del malo.
39 El enemigo que la sembró es el diablo; la siega es el fin del siglo; y los segadores son los ángeles.
40 De manera que como se arranca la cizaña, y se quema en el fuego, así será en el fin de este siglo.
41 Enviará el Hijo del Hombre a sus ángeles, y recogerán de su reino a todos los que sirven de tropiezo, y a los que hacen iniquidad,
42 y los echarán en el horno de fuego; allí será el lloro y el crujir de dientes.
43 Entonces los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre. El que tiene oídos para oír, oiga.


La parábola del trigo y la cizaña es de las parábolas más conocidas. Es relevante entenderla dentro de las distintas parábolas e ilustraciones que hablan de la Iglesia como un campo de trigo, o como un viñedo, o como parte de la vid verdadera, Jesucristo. Pueden leer al respecto en 13° La Iglesia: campo, trigo y viña del Señor. Es importante destacar que lo que más enfatizan las ilustraciones basadas en la agricultura es que como seguidores de Cristo hemos de dar fruto visible, pero que al mismo tiempo hemos de ser pacientes hasta la segunda venida del Señor.

Acá quiero profundizar sobre esta parábola desde la teología luterana, la teología de la cruz. Martín Lutero, siendo agustino, presentó la teología la cruz como contrapuesta a lo que él llamaba la teología de la gloria, que hace teología desde la razón humana, desde las obras y el poder humano. En cambio, el centro de la teología de la cruz está en la gracia y amor de Dios manifestado en la cruz, en la que se muestra débil y fracasado, justamente donde nadie buscaría al Dios todopoderoso.

Perspectivas desde la teología de la gloria

Es muy fácil interpretar la parábola del trigo y la cizaña desde la perspectiva de "la gloria y la santidad". El trigo sería la Iglesia (nosotros) y el mundo la cizaña (los otros). Los que estamos dentro de la Iglesia somos los hijos de Dios, que resplandeceremos en el reino, y los de afuera, los del mundo, son hijos del diablo y malditos que se quemarán en el infierno. ¡Y hay que mantenerse puros y no contaminarse con el mundo!

Desde los primeros siglos, dentro de la Iglesia surgieron posturas "de la gloria y la santidad", como fue el caso de los montanistas. De forma resumida y caricaturizada, fueron un movimiento de renovación de la Iglesia que surgió en el siglo II d.C. y que después fue tachado de "herejía". Eran los carismáticos de la época. Arrebatados por el Espíritu Santo, insistían en la inminente segunda venida de Cristo, y que la Iglesia, como esposa de Cristo, debía estar pura, santa y sin mancha esperando la venida del Señor. Aquello implicaba exigir como obligatoria una piedad estricta de ascetismo, privaciones, oraciones y ayunos, y que quienes no la cumplieran debían ser expulsados de la Iglesia. Esto es, mantener el campo de la Iglesia libre de cizaña.

También está el novacianismo en el siglo III d.C y el donatismo en el siglo IV d.C., que en términos generales recriminaban a quienes a causa de la persecución no fueron lo suficientemente fieles, renegando de su fe en Cristo para no ser condenados a muerte, por ejemplo. Aunque volvieran arrepentidos, o indicando que era una mentira blanca para salvarse, no debían ser re-admitidos. Hubieron muchos re-admitidos y los donatistas simplemente no consideraban válidos los sacramentos que éstos podrían oficiar, ni respetaban su autoridad. Tanto el novacianismo como el donatismo fueron considerados como "herejía".

Estos problemas, junto a muchos otros que ponían en riesgo la unidad de la Iglesia antigua, hicieron que esta se institucionalizara cada vez más, insistiendo en la autoridad de la jerarquía y un sistema de penitencias cada vez más complejo. ¿Cómo hacer para demostrar que se es trigo, o que si era cizaña ahora se ha vuelto trigo, para poder se aceptado de nuevo en el santo y puro campo de trigo? Si bien la Iglesia institucionalizada rechazaba tales movimientos de "fanatismo" y "purificación" de la Iglesia, también buscaban purificarse queriendo mantener la ortodoxia y expulsando y persiguiendo a los "herejes". De todas formas, la inquietud por la pureza de la Iglesia se mantuvo. Sabemos que en la Edad Media se fue intensificando el énfasis en las obras humanas, en la autoridad divina de la jerarquía eclesiástica y la infalibilidad del Papa, las indulgencias, la inquisición, y muchos abusos que sabemos son parte de uno de los momentos más oscuros y corruptos de la Iglesia. Los mismos que se mostraban como autoridad y quemaban a herejes e inmorales, tenían vidas mafiosas y moralmente escandalosas, utilizando su autoridad a favor de sus propios deseos de poder dentro del imperio romano.

Recordemos que en el siglo XI fue el Cisma de Oriente, que marca la división entre la Iglesia romana (occidente) y la Iglesia ortodoxa (oriente), y que entre el siglo XIV y XV se da el Cisma de Occidente, en el que dentro de la Iglesia romana hay 3 Papas disputándose entre ellos el poder de todo occidente.

Hoy son muchos los movimientos de corte carismático con una lectura como esta, llamando a retirarse del mundo y enfatizando en las obras y las muestras visibles del espíritu, condenando todo lo que se escape de su santona moralidad. Pero no solo ellos, sino que del polo opuesto también. En la teología de la liberación insisten en la evidente separación entre oprimidos y opresores, y que la Iglesia ha de optar por los oprimidos y revolucionarse en contra de los opresores y del sistema demoníaco dirigido por empresarios y políticos. Dos caras de la misma moneda, desde la perspectiva de la gloria.

Corpus Permixtum e Iglesia Invisible

Es ante movimientos como el montanismo, el novacianismo y el donatismo que en el siglo IV San Agustín insiste en que la Iglesia es un Corpus Permixtum (cuerpo mezclado), en el que hay tanto trigo como cizaña. La parábola habla principalmente de la Iglesia, que tiene tanto trigo como cizaña. Como dice el dicho popular: "hay de todo en la viña del Señor".

La Iglesia es santa, como dicen los credos de fe, pero no porque nosotros seamos santos y puros, sino porque la Iglesia es el cuerpo de Cristo, que es su cabeza. Por pura gracia y no por nuestras obras, Cristo nos hace parte de la comunión de los santos, a pesar de nuestro pecado.

Ante la crisis en el siglo XIV, Juan Wiclef habla de que la Iglesia verdadera es la Iglesia invisible, a diferencia de la Iglesia visible. Aquellos que se proclaman como cabeza de la Iglesia, pero que andan excomulgando y quemando gente, no son sino personas que se quieren poner en el mismo lugar de Dios. ¡Cristo es la cabeza de la Iglesia y solo Él juzga! La Iglesia invisible está conformada por todos aquellos que realmente siguen a Cristo, habiendo en la Iglesia visible tanto cristianos aparentes como verdaderos. Wiclef llama a una vuelta al agustinismo centrado en la gracia de Dios y no en las obras humanas, indicando que se debe criticar a la autoridad eclesial si esta va en contra de lo revelado en las Sagradas Escrituras. Wiclef fue considerado "hereje" de forma póstuma y su cadáver fue quemado. Jan Hus, que sostuvo sus ideas, fue quemado en la hoguera vivo.

Martin Lutero, de la orden agustina, en el siglo XVI se basaría tanto en la doctrina del Corpus Permixtum como de la Iglesia Invisible. No fue llevado a la hoguera simplemente por el apoyo que tuvo de los príncipes, en la incipiente Edad Moderna que pone fin al imperio y a la Edad Media, a favor de los Estados nacionales modernos.

El énfasis de la parábola del trigo y la cizaña es que, aunque para los ángeles parecía evidente y visible cuáles plantas eran la cizaña y cuáles de trigo, Dios dice: "Dejad crecer juntamente lo uno y lo otro hasta la siega". Aquellos que saben algo del campo, saben que la maleza hay que sacarla cuanto antes para que la plantación crezca con fuerza y sana. Aunque pareciera evidente cuál planta es trigo y cuál es cizaña, Dios dice: "No, no sea que al arrancar la cizaña, arranquéis también con ella el trigo."

Esto nos recuerda a pasajes que ilustran la Iglesia y el juicio de Dios desde la ganadería, como la parábola de la oveja perdida (Lc.15:1-7; Mt.18:10-14), en el que Dios deja a sus 99 ovejas por ir a buscar tan solo 1 oveja que se le había descarriado; o el juicio en Mt.25:31-46, donde es Cristo quien separa entre ovejas y cabritos. Recibe a las ovejas por que le atendieron cuando estaba en necesidad y rechaza a los cabritos porque lo ignoraron cuando más los necesitaba. "¡¿Cuándo?!" responden tanto las ovejas como los cabritos. Efectivamente, Cristo está presente en la Iglesia y en quienes nos necesitan, a pesar de que ante nuestros ojos solo veamos personas, maldad y corrupción. Será el Señor, en su debido tiempo quien separe entre trigo y cizaña, entre ovejas y cabritos, y recién ahí será visible y manifiesta la justicia y santidad de los hijos de Dios, del cuerpo de Cristo. Cualquiera que juzgue e intente separar el trigo de la cizaña, se pone en el lugar de Dios y se vuelve, por lo tanto, en su enemigo, en el anti-cristo.

De forma similar a los cabritos, en el Sermón del Monte se habla de quienes llaman a la puerta del Señor diciendo: "¡Señor, Señor, ábrenos! [...] Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? [...] Delante de ti hemos comido y bebido, y en nuestras plazas enseñaste." Pero Cristo responde: "Nunca os conocí" (Mt.7:21-23; Lc.13:25-27). Hay quienes creen que por estar en la Iglesia y tener muestras visibles de fidelidad a Cristo, creen que tienen derecho ante Dios, a diferencia de "los otros". A tales rechaza Dios.

Para leer más sobre este tema, recomiendo los siguientes artículos:
Así como en la parábola de la oveja perdida, en la parábola del trigo y la cizaña Dios parece estar dispuesto a arriesgar todo el campo por no correr el riesgo de que tal vez 1 sola plantita de trigo sea cortada de forma equivocada. ¡DIOS ESTÁ LOCO! Esto es esencial en la teología de la cruz de Lutero, que crítica la razón y las apariencias que valora el humano.

Teología Luterana y Teología de la Cruz

Un eje de la teología luterana, que hoy no se enseña lo suficiente, es la idea de la consubstanciación en la Santa Cena. Esto es, que en el pan y en el vino también está presente el cuerpo y la sangre de Cristo. Esto es distinto a la transubstanciación que enseñan los romanos, que el pan deja de ser pan y se convierte en cuerpo, y que el vino deja de ser vino y se convierte en sangre. Así mismo, es distinto a lo que enseñan otros protestantes, de que Cristo está en el cielo y el pan y el vino no son más que símbolos. La idea de la consubstanciación se basa en el argumento luterano "finiti capax infiniti": lo finito es capaz de lo infinito. 

¿Qué relevancia tiene esto? Pues mucha. Habla de la valoración que tiene el luteranismo de la creación de Dios y del mundo, del cual somos parte. La Santa Cena habla de la Iglesia, que es el cuerpo de Cristo. Aunque seamos parte del cuerpo de Cristo, seguimos siendo pan, seguimos siendo personas humanas de carne y hueso. Y aunque seamos justificados y santificados en Cristo, seguimos siendo pecadores. Como dice la doctrina luterana "simul iustus et pecattor": al mismo tiempo justos y pecadores.

La venida de Cristo no viene a condenar el mundo, sino a renovarlo. Por eso que el pan sigue siendo pan. La esperanza cristiana de la segunda venida de Cristo y la plena instauración del reino de Dios, no trata de almas escapándose a un mundo mejor, ni que dejemos la creación a su suerte y sea destruída, sino que seremos renovados como creaturas de Dios. ¡La creación gime a una esperando la manifestación de los hijos de Dios! (Rom 8:20-23). La vida en Cristo de ninguna forma nos llama a separarnos del mundo y juzgarlo, sino a que veamos cuan unidos estamos del mundo y de la creación.

Jesucristo vivió sirviendo a todos y murió en la cruz por todo el mundo. Pidió que Dios perdonara a quienes le estaban asesinando, y de seguro que no todos ahí se arrepintieron y muchos serán condenados por Dios como cizaña, aunque solo Dios sabe eso. Así mismo, como cuerpo de Cristo hemos de entregarnos sin mirar a quién. Hemos de ser una Iglesia mundana, preocupada por lo ue ocurre en el mundo, tomando en serio el sufrimiento de Cristo en el mundo. Por ningún motivo hablo de vivir desenfrenadamente, sino que tomemos en serio la Encarnación y la Cruz de Dios en este mundo.

Jesucristo, cuando vino a este mundo, no se identificó con quienes podían considerarse a sí mismos como el trigo, sino que se juntó con la cizaña. Así mismo, fue condenado y crucificado como cizaña. Aunque existiera la posibilidad de que toda la cizaña crucificada anteriormente haya sido efectivamente cizaña, aquí ha sido arrancada y crucificada 1 plantita de trigo.

Jesucristo, cuando vino a este mundo, se juntó con la cizaña y fue crucificado como cizaña. Así mismo, cada vez que juzgamos estamos crucificando a Cristo mismo y no hemos de sorprendernos cuando nos toque escuchar: "Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber; fui forastero, y no me recogisteis; estuve desnudo, y no me cubristeis; enfermo, y en la cárcel, y no me visitasteis."

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